La Sainte Chapelle de París fue construida en el siglo XIII por el rey San Luis IX para cobijar algunas espinas de la corona de Nuestro Señor Jesucristo. En ella la nota de delicadeza alcanza lo sublime, pero no por esto, la fuerza, el equilibrio, la gravedad, el recogimiento pierden algo de su plenitud. Eclesiásticos, artistas, peregrinos de todos los siglos han visto en el ambiente que palpita, en la mentalidad expresada en sus líneas, sus colores, sus formas, su configuración general, la expresión arquetípica del alma cristiana. Cristiana es no sólo por las imágenes y símbolos religiosos que allí se encuentran, sino también por el ambiente que allí se respira, por la mentalidad subyacente en ese ambiente ya que una obra de arte no es cristiana por el simple hecho de estar cubierta de símbolos de nuestra santa religión, como un hombre no es fraile por el simple hecho de vestir con hábito. Es necesario que sea católica el alma que palpita en la obra de arte para que ésta pueda decirse genuinamente cristiana.
Entre sus magníficos vitrales se encuentra el Cristo del Apocalipsis. Llevar la espada en la boca es símbolo del guerrero, del caballero, de aquel que lucha. Es la idea de la batalla. O sea, la idea de que Él vencerá y lanzará al infierno a los enemigos impenitentes está ahí presente. Es una glorificación de la justicia de Dios. Se trata de una visión de San Juan Evangelista en el Apocalipsis, 1,16 y 19,15. Por tanto, es una escena inspirada. Si se busca en las iglesias una imagen que represente a Nuestro Señor con la espada en la boca probablemente no se encontrará. Hay fieles que no serían capaces de rezar delante de esa imagen. Si se poseyese una imagen así sería el caso de colocarla en algún lugar de la casa. Hay que adorar todas las manifestaciones de la divina mansedumbre de Nuestro Señor Jesucristo, pero en el Divino Redentor no está sólo la mansedumbre, está también la fuerza. La fuerza gladífera, con la espada, la justicia y la santa cólera. Y como nuestro Salvador es perfecto, hay que adorar también eso en Él, no adorarla menos que su mansedumbre divina.
Esta representación se podría colocar en alguna iglesia en el futuro, cuando la Civilización Cristiana sea restaurada, una imagen de este estilo en un inmenso vitral, presentando así al Hombre Dios, expuesto a la devoción de los fieles, para ser objeto de oraciones y de pedidos como el temor a Él, implorándole el temor al infierno, para lo cual apunta en esta representación. Pedir el horror al pecado, por el miedo a las penas del infierno. Es el primer paso para después amar completamente a Dios.
Este artículo se publicó originalmente en https://plineando.blogspot.com/
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