Jessica Ortega Barón, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja ; Joaquín Manuel González Cabrera, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja y Juan Manuel Machimbarrena, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Cualquier niño, niña o joven con un teléfono inteligente en la mano tiene la posibilidad de recibir e intercambiar mensajes con cualquier persona desconocida en cualquier lugar del mundo. Las tecnologías de la relación, información y comunicación permiten nuevas formas de comunicación e interacción para los menores, pero también la aparición y el incremento de nuevas formas de abuso.
Las solicitudes e interacciones sexuales en línea por parte de adultos son una consecuencia negativa del nuevo entorno en línea en el que se mueven niños y adolescentes, y uno de los problemas más perniciosos, por ser asimétrico: al ser ocasionado por un adulto, sitúa al menor en una situación de gran vulnerabilidad e indefensión y puede ocasionarle graves problemas psicosociales.
Captación, seducción y manipulación
La solicitación sexual hace alusión a las peticiones en línea que reciben menores de edad por parte de adultos para que les envíen fotos o vídeos de carácter sexual, les contesten a preguntas sexuales, o participen en actividades sexuales en línea o en la vida real. Por otro lado, la interacción sexualizada es cuando el menor interactúa en el contexto online con un adulto mandándole fotos o videos de carácter sexual, mantiene conversaciones sexuales, o queda con el adulto para tener relaciones.
En ocasiones, estas solicitudes e interacciones son parte de un proceso de captación, seducción y manipulación (grooming es el término más utilizado en inglés) en el que el menor desarrolla un sentimiento de apego e intimidad hacia el adulto que esconde intenciones primariamente sexuales.
Casi dos de cada diez son acosados
En el ámbito internacional, hay metaanálisis que señalan que un 11.5 % de los menores (12-16 años) recibieron solicitudes de carácter sexual por internet.
En el contexto español, un informe reciente de UNICEF señala que uno de cada diez adolescentes ha recibido una proposición sexual por parte de un adulto en internet. Otro estudio reciente indica que el 12.6 % de los menores reportaron solicitudes sexuales y el 7.9 % mantuvieron interacciones sexualizadas con adultos a través de internet.
Los expertos han investigado también la frecuencia con la que se produce este fenómeno, en un estudio longitudinal a lo largo de 13 meses: las solicitaciones sexuales aparecen con una prevalencia del 23 % y las interacciones con el 14 %. La incidencia, es decir, los nuevos casos que aparecieron durante esos 13 meses, fue del 10 %.
Respecto a las diferencias en función del sexo y edad, el informe de UNICEF evidencia que las chicas reciben más solicitudes y mantienen más interacciones sexualizadas con adultos. Conforme aumenta la edad de los menores también lo hace la prevalencia de estas problemáticas; lo que puede explicarse en parte porque los menores van entrando en la pubertad donde hay un mayor interés por su sexualidad.
Las víctimas en las que este tipo de abuso se cronifica en el tiempo tienen una peor calidad de vida relacionada con la salud.
Mediación parental en línea
Respecto a las familias, la mejor manera de prevenir este problema es supervisar el uso que hacen nuestros menores de internet, establecer normas claras sobre qué pueden hacer y con quién, y acompañarlos en su uso para informarles y prevenirles de este tipo de riesgos.
La mediación parental en línea (que no es otra cosa que maximizar las oportunidades y minimizar los riesgos del uso de internet en sus hijos e hijas) es la mejor vacuna educativa y social para reducir los riesgos.
De tal forma, supervisar activamente, restringir los contactos no conocidos y hablar y debatir con los hijos sobre su seguridad en la red son algunas de las estrategias clave para reducir en gran medida esta aciaga problemática.
¿Contrato parental?
Cabe pensar que incluso parte de lo dicho pueda canalizarse mediante el uso de un contrato parental como el que proponen Internet Security for Kids (ISFK) o la Fundación ANAR. Estos contratos son una base para que cada familia discuta y adapte los términos como considere más adecuados.
Por parte de los centros educativos, se pueden implementar programas de prevención tales como Brief preventive intervention in grooming y el programa Safety.net, que dan información, concienciación y ofrecen algunas pautas para mantenerse a salvo ante este tipo de abuso en la red.
Buenas prácticas para los menores
Si nos centramos en los propios menores algunas de las recomendaciones son:
- No envíes fotos ni vídeos sexuales o provocativos, ni cuentes tus intimidades a desconocidos. Enviar información por internet supone perder el control de la misma y que lo enviado termine en manos de alguien que no deseas o publicado donde no quieres.
- No cedas al chantaje, no envíes ni hagas lo que te dice. No va a parar: siempre te va pedir más fotos o vídeos, te va a amenazar y te va hacer más daño.
- Guarda las conversaciones, las fotos, vídeos antes de bloquear al acosador. Serán útiles cuando se denuncie a la policía. Tus padres y la policía te protegerán.
- Díselo urgentemente a tus padres o algún adulto. Sabrán qué hacer exactamente para protegerte. Los acosadores te pedirán que no lo hagas y te harán sentir culpable, pero debes saber que eso no es así… Habla con tus padres o con otro adulto. Déjate ayudar.
Es de suma importancia que estemos atentos a este tipo de peligros en internet para evitarlos o saberlos afrontar en un momento dado. Está en nuestra mano proteger y garantizar el bienestar de nuestros menores.
Jessica Ortega Barón, Personal investigador en el Grupo Ciberpsicología de la Universidad Internacional de la Rioja, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja ; Joaquín Manuel González Cabrera, Docente e Investigador. Prof. Titular Universidad (Nivel 1). Dpto. Escuela, Familia y Sociedad. Facultad de Educación. Investigador Principal del Grupo Ciberpsicología (UNIR), UNIR – Universidad Internacional de La Rioja y Juan Manuel Machimbarrena, Profesor adjunto del departamento de Psicología Clínica y de la Salud y Metodología de Investigación, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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