(Gaudium Press) Mons. Georg Ganswein, de regreso en Roma desde Alemania antes de la muerte de Benedicto, y quien ha sido muy focalizado por la midia en estos días, ha hablado con Radio Vaticano sobre todo lo vivido en estos días, y sobre la vida de Benedicto.
Van aquí algunos apartes de lo que conversó con Silvia Kritzenberger:
Las últimas horas de Benedicto XVI
“No oí sus últimas palabras con mis propios oídos, pero la noche antes de su muerte las oyó uno de los enfermeros que estaba de guardia. Hacia las tres: ‘Señor, te amo’. El enfermero me lo dijo por la mañana nada más llegar a la habitación, fueron las últimas palabras que realmente comprensibles. Normalmente, rezábamos las alabanzas delante de su cama: también aquella mañana le dije al Santo Padre: ‘Hagamos como ayer: yo rezo en voz alta y ud. se une espiritualmente’.”
Siempre estuvo lúcido
“De hecho, ya no le era posible rezar en voz alta, estaba realmente cansado. Allí sólo abrió un poco los ojos -había entendido la pregunta- y asintió con la cabeza. Así que empecé. Hacia las 8 empezó a respirar cada vez con más dificultad. Había allí dos médicos -el Dr. Polisca y un reanimador- y me dijeron: ‘Tememos que ha llegado el momento que tenga que soportar su última lucha en la tierra’. Llamé a las Memores [las religiosas que atendían al Papa emérito] y también a la hermana Brígida, les dije que vinieran porque estaba agonizando. En ese momento estaba lúcido. Yo había preparado de antemano las oraciones de acompañamiento para el moribundo, y rezamos durante unos 15 minutos, todos juntos, mientras Benedicto XVI respiraba cada vez con más dificultad, cada vez veía que no podía respirar bien. Entonces miré a uno de los médicos y le pregunté: ‘Pero, ¿está agonizando?’. Me dijo: ‘Sí, ha empezado, pero no sabemos cuánto durará’”.
El simbolismo del día de su muerte
“Estábamos allí, cada uno ha rezado en silencio, y a las 9.34 horas exhaló su último suspiro. Luego continuamos las oraciones ya no por los moribundos sino por los muertos. Y concluimos cantando Alma Redemptoris Mater. Murió en la octava de Navidad, su tiempo litúrgico favorito, en el día de uno de sus predecesores: San Silvestre, Papa bajo el emperador Constantino. Había sido elegido en la fecha en que se conmemora a un Papa alemán, San León IX, de Alsacia; murió en el día de un Papa romano, San Silvestre”.
Renuncia
Sobre las razones de la renuncia, Mons. Ganswein no deja lugar a especulaciones y afirma: “La verdad desnuda es ésta: ya no tenía fuerzas para dirigir la Iglesia, como dijo en latín aquel día. Le pregunté: ‘Santo Padre, ¿por qué en latín?’. Él respondió: ‘Este es el lenguaje de la Iglesia’. Los que piensan que pueden o deben encontrar alguna otra razón se equivocan. Comunicó la verdadera razón. Amén”.
Fuertes palabras emite el secretario personal de Benedicto, cuando trata de cómo fueron recibidas sus enseñanzas:
Muchos hablan en Benedicto de su “humildad: sí, es cierto, pero también -esto quizá no era tan evidente- capacidad para aceptar cuando la gente no estaba de acuerdo con lo que decía. Como profesor, esto es normal: existe la confrontación, el discurso, la ‘lucha’ entre diferentes argumentos. (…) Otra cosa es cuando uno es obispo y luego Papa: predica y escribe no como una persona particular, sino como quien ha recibido el mandato de predicar y ser pastor de un rebaño. El Papa es el primer testigo del Evangelio, más aún, del Señor. Y allí vimos que sus palabras, las palabras del Sucesor de Pedro, no fueron aceptadas. Pero esto nos dice que el liderazgo de la Iglesia no sólo se hace mandando, decidiendo, sino también sufriendo, y esta parte de sufrimiento no fue poca”.
¿Era Benedicto un hombre feliz y realizado?
“Era un hombre profundamente convencido de que en el amor del Señor uno nunca se equivoca, aunque humanamente cometa muchos errores. Y esta convicción le dio paz y – se podría decir – esta humildad y también esta claridad. Siempre decía: ‘La fe debe ser una fe sencilla, no simplista, sino sencilla. Porque todas las grandes teorías, todas las grandes teologías se basan en el fundamento de la fe. Y éste es y sigue siendo el único alimento para uno mismo y también para los demás”.
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