(Gaudium Press) No acaba el revuelo por el libro del secretario de Benedicto Mons. Ganswein, “Nada más que la verdad”, cuando ya “In buona fede” (De buena fe) del Cardenal Gerhard Muller, también de los íntimos del Papa Ratzinger, ocupa numerosos titulares, aupado por las declaraciones previas de Muller y los anticipos de la obra que están siendo adelantados en muchos medios.
Anticipos que privilegian de ese próximo escrito lo que los medios califican –como lo hace Secolo d’Italia– “su postura crítica hacia Bergoglio”, a quien es claro, reconoce “como sucesor de Pedro”, pero de quien dice que “no es Dios en la Tierra” según publica el Corriere della Sera: “Además, se debe distinguir entre los actos que conciernen a la doctrina y otras opiniones [del Papa], como las políticas. No es que no podamos tener nuestra opinión”, dice el purpurado de 75 años al cotidiano milanés.
Lo cierto es que ya muchos, que aun se encuentran haciendo la debida digestión de “Nada más que la Verdad” de Ganswein, ya alistan manteles, platos y cubiertos para ingerir las líneas de “De buena fe” –escrito a cuatro manos con la vaticanista de Il Messaggero Franca Giansoldati y que estará a la venta el 27 – líneas que incluyen expresiones cardenalicias como las de “esa especie de círculo mágico que gravita en torno a Santa Marta”, la casa vaticana donde reside Francisco, eje “formado por personas que, en mi opinión, no están preparadas desde el punto de vista teológico. En el Vaticano parece que a estas alturas las informaciones circulan de forma paralela, por un lado están activos los canales institucionales desgraciadamente cada vez menos consultados por el pontífice, y por otro los personales utilizados incluso para el nombramiento de obispos o cardenales”.
Muller habla de favorecimiento a ciertos acusados
Critica el Cardenal Muller la existencia de dos tipos de acusados de abusos ante el Vaticano, unos los normales, y otros como Mons. Gustavo Zanchetta, condenado en Argentina, que “ha podido gozar de un estatus privilegiado como amigo del Papa”, o como el P. Mauro Inzoli, al que el tribunal vaticano decidió “reducirlo al estado laical porque fue declarado culpable de delitos” pero que por la mediación de un cardenal curial Francisco “optó por modificar la sentencia ajustando la pena a Inzoli, estableciendo que seguía siendo sacerdote pero con la prohibición de vestir el hábito sacerdotal o el clergyman en público y sin presentarse a la comunidad como consagrado. Permanecía consagrado pero no podía mostrarse a los extraños como tal. Esto es sólo un ejemplo.”
Coincidencias con diversos sectores en críticas al tratamiento de la misa antigua
Reporta también el Corriere la opinión del Cardenal Muller sobre las determinaciones restrictivas del Papa Francisco acerca del rito antiguo de la misa, que considera fue “una bofetada” para los tradicionalistas y que “ha cavado fosos y causado dolor”. Responsable de esas decisiones no solo sería el Papa, sino que –y en la línea del ‘círculo mágico’– “actuando en esta dirección, el Papa Francisco parece haber escuchado a un grupo de consejeros sin tener en cuenta que esa disposición habría asumido los contornos de una mera demostración de poder”.
Becciu, Acuerdo Sino-Vaticano
Critica igualmente el Cardenal Muller decisiones del Papa tomadas en el proceso que se le sigue al Cardenal Angelo Becciu, cuando después de leer un artículo en L’Espresso, Francisco decidió “punirlo severamente”: “Pero, ¿cómo actuar en base a un artículo de prensa? No se puede castigar a alguien sin tener pruebas de su culpabilidad en la mano. Esta forma de actuar ha ocurrido con frecuencia en el Vaticano y no atañe sólo al singular caso Becciu, sino que ha ocurrido incluso dentro de la Congregación para la Doctrina de la Fe cuando algunos sacerdotes fueron expulsados sin razón, de la noche a la mañana. Para el cardenal Becciu la cuestión es macroscópica también porque es amplificada por los medios de comunicación: ha sido humillado y castigado frente al mundo sin darle ninguna posibilidad de defensa. Ahora se espera el final del juicio en curso en la corte del Vaticano. Sin embargo, la presunción de inocencia debería valer para cualquiera, un derecho sacrosanto desde la época de los antiguos romanos”, dice Muller.
No se queda fuera del análisis del prefecto emérito de Doctrina de la Fe el acuerdo Sino-Vaticano, renovado el año pasado: “Ahora se critica a Pío XII por su actitud hacia Mussolini y Hitler, pero algo tenemos que aprender del pasado, ¿no? La Iglesia debe defender siempre la dignidad humana, no puede ignorar esta brutal dictadura comunista que niega los derechos humanos. Una cosa es tratar, pero uno no puede comprometerse con el mal”.
En fin, las críticas a las expresiones de Muller en el marco de “In buona fede” ya empiezan a aparecer, como las que señalan de querer secuestrar el pensamiento de Ratzinger después de muerto, o de que son los vanos intentos de la ‘ultra-derecha’ para echar atrás las reformas de Francisco. Pero estas, como en el caso del libro de Ganswein, sirven de caja amplificadora al interés global que ya suscita la obra. Otro best-seller asegurado. (SCM)
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