El Presidente del Partido Popular, señor Feijoo, ha cruzado el Rubicón y se ha declarado respetuoso de «una ley del aborto a plazos bien estructurada». Ha declarado también que el aborto es un “derecho sanitario”, pero no un “derecho fundamental”, porque no está reconocido como tal en la lista de derechos humanos de la ONU. Con ello el PP se desdice de su posición tradicional y se posiciona a favor de las leyes abortistas, en un nuevo ejercicio de ese “afirmo lo que antes negaba” que es parte consustancial de su liberalismo de farolillo rojo, o sea, de progre rezagado.
Con el viraje en su juicio sobre la ley del aborto, el PP confirma su vocación de partido marxista. Me refiero a Groucho Marx: «Estos son mis principios. Si no le gustan…tengo otros».
Lo de los plazos aplicado al derecho a la vida no tiene un pase. Hasta la semana catorce o dieciséis no soy más una excrecencia carnosa en el útero de la madre. Veinticuatro horas después paso a ser una persona y estar protegido por la ley. Patada a seguir a la biología. Y al sentido común. Para hacérselo mirar.
Lo del “derecho sanitario” manda también carallo (el señor Feijoo es gallego). Es como reclamar el derecho a que las violaciones se hagan con preservativo.
“¿Qué extraño trastorno de la voluntad de futuro se esconde en el hecho de que todas las fuerzas parezcan concentradas en el problema de cómo afrontar de modo silencioso y seguro el “peligro” de una nueva vida?”, se pregunta Josef Ratzinger/Benedicto XVI.*
La apoteosis de esta semana brillante del Sr. Feijoo y del PP respecto al aborto, se alcanza con la referencia a la ONU como fundamentación metafísica de los derechos humanos y criterio para establecer la justicia de una ley. No la dignidad de la persona. No la propia naturaleza del hombre. Ni siquiera la ordenación de la razón al Bien Común. El fundamento de la justicia de una ley, para el señor Feijoo y sus simpatizantes, es la ONU. Son leyes justas las que respetan y se sostienen en los Derechos Humanos aprobados las Naciones Unidas. Y lo demás es iusnaturalismo trasnochado. La naturaleza no tiene un orden que nos viene dado, ni reglas que debamos respetar. Está todo sujeto a nuestra voluntad. Homo deus. La noción de Derecho Natural, presente ya en el Derecho Romano, al Partido Popular le suena a chino. Están tan preparados para la ingeniería social como sus supuestos adversarios ideológicos.
“Siempre que la matanza de una vida inocente se considera como un derecho, la justicia se convierte en injusticia. Cuando el derecho a la vida deja de estar protegido, se pone en entredicho el derecho mismo”, ha escrito Ratzinger/Benedicto XVI.
Es otra forma de mirar a la ley del aborto. Oponiéndose a ella se defiende la vida. Pero se defienden también más cosas: se defienden los fundamentos del Derecho y se defiende la Justicia. O sea, la Civilización. Fuera de ello, solo cabe esperar la barbarie, de la que el aborto no es más que un anticipo. Ya lo vamos viendo.
Pero eso solo puede entenderse desde un bagaje filosófico y moral del que el PP carece, porque hace tiempo que su ideología se reduce a los sondeos demoscópicos. «¿Principios? Para qué, nosotros lo que queremos son votos». En Génova son conscientes del ejercicio de prestidigitación realizado ante los ojos de su electorado, explica hoy El País, pero sostienen que es mucho más rentable electoralmente una posición más centrada: «Ganamos mucho más por el centro».
Para el liberalismo -el relativismo, le llamaba Benedicto XVI-, no hay verdades absolutas, ancladas en el ser de las cosas. La política no va de principios. No hay más verdad que el recuento de votos.
No se sabe que es peor, si que el PP se haya hecho abortista -y corresponsable, por omisión, de los más de cien mil infanticidios al año en España- o que nadie advierta la indigencia y la liviandad conceptual en la que se ha situado como partido.
Su centro de gravedad es el mismo que el de una hoja seca arrastrada por el viento.
No esperen otra cosa.
*Joseph Ratzinger: «Cooperadores de la verdad». Editorial Rialp, 2021. Pp. 82 y 83
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