Cuando se habla de Patria se tiende a conceptos mundanos, propios de las ideologías liberales cuyo eje gira en torno al hombre, expulsando la trascendencia religiosa que el concepto Patria conlleva.
El papa Juan Pablo II definió el patriotismo en un texto que está muy difundido pero del que se omiten las palabras que revelan su dimensión trascendental. El texto completo es el siguiente:
“Si se pregunta por el lugar del patriotismo en el decálogo, la respuesta es inequívoca: es parte del cuarto mandamiento, que nos exige honrar al padre y a la madre. Es uno de esos sentimientos que el latín incluye en el término pietas, resaltando la dimensión religiosa subyacente en el respeto y veneración que se debe a los padres, porque representan para nosotros a Dios Creador. Al darnos la vida, participan en el misterio de la creación y merecen por tanto una devoción que evoca la que rendimos a Dios Creador.
El patriotismo conlleva precisamente este tipo de actitud interior, desde el momento que también la patria es verdaderamente una madre para cada uno. Patriotismo significa amar todo lo que es patrio: su historia, sus tradiciones, la lengua y su misma configuración geográfica. La patria es un bien común de todos los ciudadanos y, como tal, también un gran deber. Como sucede con la familia, también la nación y la patria siguen siendo realidades insustituible”.
No se puede construir una patria sin la dimensión religiosa pues se incurre en el contrato social, un acuerdo entre los hombres que puede ser rescindido a voluntad y al antojo de las partes.
La patria liberal o el patriotismo constitucional es producto de la ideología, de la revolución francesa, pretendiendo omitir la presencia de la ley natural, luego, la trascendencia religiosa. A partir de ahí, se quebranta el orden divino y la “patria” se sustancia por medio de leyes anti-natura, ensalzando los derechos individuales por encima del bien común, fomentando la dialéctica y el enfrentamiento, dado que no existe un nexo superior que una las voluntades.
Por otro lado, las ideologías románticas germánicas fueron causantes del origen de los nacionalismos, que ninguna relación guardan con la Patria, pues su génesis es la misma: omisión de la dimensión religiosa, creando un simple vínculo étnico o folklórico y, por consiguiente, teorizando sobre su origen sin llegar a conclusión alguna.
La grandeza de España deriva de su unión religiosa, si no se entiende esto no se puede llegar a entender las hazañas españolas ni tampoco su historia.
Cuando España perdió la Fe comenzó a precipitarse al vacío. Es un hecho constatado, cualquier debate al respecto carece de fundamento.
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