(Gaudium Press) Nuestra Señora, Reina de la Paz. La paz a la que se refiere esta invocación puede ser considerada bajo dos aspectos. Primero, la de las profundidades de las almas; segundo, la del exterior, es decir, de la sociedad.
Concepto erróneo de la paz interior
Para comprender el primer significado, primero debemos tener en cuenta que varios conceptos y palabras relacionadas con cuestiones de piedad han sufrido, en los últimos tiempos, poderosas distorsiones en la forma de definirlos.
Así, se acostumbra juzgar que la paz interior de una persona consta de dos elementos. Cuando ella no es asaltada por ninguna tentación, ni está, por tanto, envuelta en luchas internas. Su vida espiritual es tranquila, relajada, placentera, sin problemas. Tal persona se parecería a alguien que está sentado dentro de un helicóptero en ascenso, en el que, sin ningún esfuerzo, alcanza el cielo en completa paz.
En consecuencia, no tiene cruz ni sufrimiento. No experimenta angustias por enfermedades, carencias materiales o dificultades familiares. Para ella todo sucede en un orden sereno y perfecto, sin fricciones ni adversidades con las que tenga que luchar. Tal es el concepto actual de paz interior.
Falsa noción de paz exterior
Veamos ahora la idea común de la paz exterior.
En la década de 1960, por ejemplo, el movimiento hippie hacía resonar su lema más conocido: “paz y amor”. Manejada hábilmente, tal consigna hacía creer que su realización consistía en la pura ausencia de guerra y la plena satisfacción de los placeres carnales.
Según la noción difundida hoy, la paz no es obra de la justicia, de la virtud, sino de cierta prosperidad materialista. Lo que importa, sobre todo, es la estabilidad económica, las cuentas bancarias preservadas y nutridas, las pensiones aseguradas, las personas alimentadas, con la comodidad y el bienestar diario garantizados. No hay peleas por cuestiones pecuniarias, todos viven felices y tranquilos. Entonces reina la paz en la nación.
Cuando todos los pueblos se encontraran en esa feliz situación, algunos imaginan que no habría enfrentamientos internacionales, ningún país querría agredir a otro y la población mundial llevaría una existencia tranquila y pacífica.
¿No habría sufrido angustias la Virgen, la Reina de la Paz?
Según este concepto erróneo, la devoción a Nuestra Señora, Reina de la Paz, consistiría en honrar a la Madre de Dios como protectora de este estado de cosas color de rosa, ya que ella es el modelo de la persona que nunca ha tenido pruebas, angustias, dolores. Ella fue concebida sin pecado original, por lo que toda su vida fue muy tranquila, sin dificultades. Tenía un muy buen hijo y esposo, vivía en un pueblito llamado Nazareth, donde no había roces de ningún tipo, y pasaba sus días completamente sin nubes.
Es cierto que su Hijo, en cierto momento, sufrió y María, durante la Pasión, experimentó algún dolor, del que pronto se recuperó, resignada. Poco tiempo después lo vio ascender al Cielo y se alegró de ver al Hijo bien colocado. Sin más problemas, pasó el resto de su vida en la tranquilidad doméstica, bajo el cuidado filial del Apóstol Juan.
Este es el ideal de ciertas mentalidades cuando hablan de Nuestra Señora de la Paz.
Un predicado que no excluye luchas y sufrimientos
Ahora bien, la búsqueda de una correcta interpretación de este título mariano nos llevaría a considerar que las primeras noticias de Nuestra Señora en las Sagradas Escrituras nos la muestran como adversaria del demonio, y como Aquella que aplastaría la cabeza de la Serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la Mujer”, dijo Dios a la víbora, “entre tu descendencia y la de ella” (Gn 3, 15). Es decir, hay una actitud fundamental de repugnancia y de combate al mal en la invocada como Reina de la Paz.
Además, como se puede inferir de las palabras divinas, todas las luchas libradas por la Iglesia y por los católicos contra los adversarios de la Fe tienen en la Mujer, es decir, en la Virgen, el primer ejemplo de valentía y fuerza para vencerlos. Entonces, si la paz fuera simplemente la ausencia de lucha, ¿cómo sería la Virgen María la Reina de la Paz?
Aún más. Si la paz consiste en no tener sufrimiento ni angustia, ¿cómo se explican las palabras de Simeón dirigidas a Nuestra Señora, según las cuales una espada de dolor atravesaría su Corazón?
En efecto, María sufrió un diluvio de dolores en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Ella vio surgir y crecer las antipatías, animosidades y odios hacia su Divino Hijo; Oyó de él la predicción de que sufriría y moriría crucificado, y no lo abandonó ni un solo momento, acompañándolo y participando de su martirio hasta el consummatum est en la cima del Calvario, hasta la deposición del sagrado cuerpo en la tumba. Y todo lo sufrió en actitud de lucha y de paz, por la redención del género humano, para aplastar al demonio y vencer a la muerte.
Así, la auténtica noción de paz no excluye la lucha ni el sufrimiento. Y donde está la Reina de la Paz, está la enemistad contra la Serpiente y contra el mal.
Por Plinio Corrêa de Oliveira
(Extraído con adaptaciones de, Revista Arautos do Evangelho, n. 242, febrero de 2022)
COMPARTE:
EMBÁRCATE EN LA LUCHA CONTRARREVOLUCIONARIA: Si quieres defender la cristiandad y la hispanidad, envíanos tus artículos comentando la actualidad de tu país hispano, o colaboraciones sobre la fe católica y la cultura, así como reseñas de libros, artículos de opinión… Ya superamos las 12.000.000 de páginas vistas anualmente en todo el mundo, únete a nuestro equipo de voluntarios y difunde la verdad compartiendo en redes sociales, o remitiendo tus colaboraciones a redaccion@tradicionviva.es . Puedes seguirnos en Telegram: t.me/tradicionviva / Facebook: @editorial.tradicionalista / Twitter: @Tradicion_Viva / Youtube: youtube.com/c/tradicionvivaTv / Suscríbete a nuestro boletín digital gratuito, pulsa aquí.
TE NECESITAMOS: Somos un espacio de análisis lejos de los dogmas de la corrección política; puedes colaborar haciendo una DONACIÓN (pulsando aquí)