Los tres monarcas a caballo: el emperador Francisco I, el zar Alejandro I y el rey Federico III aparecen en la acuarela de Johann Mansfeld y su amigo Johann Klein de 1816.
En el centro de esta imagen está el emperador de Austria, con uniforme de colores claros, luce un bicornio con penacho verde, su rostro alargado parece marfil. Aún joven, pero ya muy marcado por las cicatrices de los sufrimientos pasados, nada en él indica un hombre quebrado. Mantiene un dominio completo sobre el caballo blanco. Mientras que los otros dos caballos parecen agitados, con problemas para ser dominados, el de Francisco I representa fidelidad, tiene mucha vida y sustancia.
Todo señala a un monarca legítimo, en una época en la que el rey era el padre del pueblo y el pueblo se consideraba hijo del rey. En el emperador y en su presentación, algo parece afirmar: yo soy la legitimidad. Aunque el Sacro Imperio esté extinguido, el liderazgo de derecho, de historia y de misión continua conmigo. Por eso los otros dos monarcas, el zar Alejandro y el rey Federico de Prusia, fueron pintados en función del emperador austríaco, confiriéndole una discreta preminencia sobre las dos mayores potencias europeas de aquella época. Por tanto, una especie de liderazgo de él en Europa, fruto de las buenas batallas de algunos de sus generales, pero también de la política de su canciller, el príncipe de Metternich.
Los colores claros del emperador Francisco I recuerdan al Antiguo Régimen, mientras que los uniformes de los otros dos apuntan más a la era de brutalidades del futuro que estaba apareciendo. Son personajes de tipo napoleónico, que representan más la fuerza que el derecho. Dentro del mundo germánico, Austria era el pináculo de la civilización. Por delante de toda Europa, junto con Francia, estaba en la cabecera del mundo civilizado.
Rusia representaba un futuro nebuloso, que se iba formando sobre una multitud de gente, de tierras, de hielo, de riquezas, pero también de incógnitas, dentro de los misterios tenebrosos y medio mágicos de la iglesia cismática rusa.
Prusia representaba la fuerza militar. Como tal, su rey era un hombre de hechos consumados: Yo decidí, yo hice, etc. Pero no era un hombre que representase el derecho, como el emperador Francisco I.
En la pintura, todo esto se simboliza de forma aparentemente involuntaria y en un análisis de tipo tendencial esta es la conclusión a que se llega.
Este artículo se publicó originalmente en https://plineando.blogspot.com/
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