Es lo que ha ocurrido y está ocurriendo en España debido a que algunos políticos y los gobernantes de la Nación se han saltado a la torera lo que es objetivamente ley: la regla o medida de los actos según la cual uno es inducido o alejado del obrar. La ley es una ordenación de la razón en vistas al bien común promulgada por quien debe tener cuidado de la comunidad (Sto Tomás de Aquino).
En los casos a los que me refiero: aborto, ley trans, eutanasia, divorcio, etc. pienso sinceramente que nadie se ha tomado la molestia de estudiar la definición de ley.
Alguno me dirá que parto de la concepción cristiana de las leyes, y es cierto. Soy cristiano y en todo quiero hacer caso a lo que manda la Ley de Dios tal y como la entiende y explicita la Iglesia Católica. De lo contrario no sería un buen hijo de la Iglesia.
Pero, incluso para los no cristianos y los no creyentes, la definición de ley no lleva consigo necesariamente la fe en Dios y la obediencia a sus Mandamientos.
Lo que ha ocurrido, y lleva ya ocurriendo en España desde hace décadas, es que ni siquiera se tiene en cuenta la razón , ni el bien general, ni el bien común, a la hora de elaborar y promulgar ciertas leyes, sobre todo las que tienen alguna relación directa con la conciencia moral o ética de los ciudadanos. ¿O es que ya no hace falta consultar con la recta razón y con los entendidos en las leyes puramente naturales y razonables?¿No os parece que hemos perdido el sentido común?
Y encima, las leyes que se aprueban en los parlamentos y que no se atienen al bien común sino que son verdaderos engendros que nada tienen que ver con una auténtica ley se imponen obligatoriamente a todos los ciudadanos, estén o no de acuerdo con ellas. Estamos cayendo en la dictadura del relativismo y del mal, del error, del pecado (hablando en términos cristianos)
Ni podemos ni debemos dar nuestro visto bueno ni nuestro apoyo a estas leyes que, en realidad, no son tales. Son la imposición de unas mayorías que no buscan el bien integral de cada persona y del conjunto del Estado. Me refiero a los ciudadanos.
Como dijo San Pedro al Sanedrín que le prohibió hablar de Jesucristo, hoy también debemos gritar: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Pues en la obediencia amorosa a la voluntad de Dios nos jugamos nuestra felicidad en este mundo y en el otro.
España prosperará y será referente espiritual, moral y cívico si vuelve a Cristo, si nos convertimos de corazón a Él, si le ponemos en el centro de nuestra vida personal, familiar, comunitaria, social, estatal. De ahí nace y nacerá el bien común, el bien general de los españoles, el bien integral de todos los que vivimos en este hermoso país.
Y si España va siendo cada vez más hermosa, también será más hermoso nuestro mundo, siempre que contemos con Jesucristo.
José Vicente Martínez.
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