Que dice la portavoz del (des)Gobierno socialpodemita -en un alarde de «profundidad» propio del cada día más infantiloide argumentario parlamentario patrio- que el hoy presidente «es guapo y hay gente a la que le molesta eso» (sic).
Pues no, no es el caso. Porque del mismo modo que existen personas no agraciadas físicamente que -por su inteligencia, su gracia o su bondad- resultan gratas, existen también personas agraciadas físicamente que, sin embargo, resultan casi hasta repulsivas.
Y es que «el hombre a un Falcon pegado», pese a su (objetivamente) privilegiado fenotipo, aparece como un individuo (siempre de acuerdo a su trayectoria política) amoral, mentiroso, soberbio, vacuo, pretencioso, egoísta, mediocre e impostado.
El prototipo, en fin, del politicastro manufacturado por la mercadotecnia electoral postmoderna, cuya deshumanizada beldad despide un extraño olor a azufre.
Ricardo Herreras
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