El 25 de marzo de 1945 la Señora de todos los Pueblos se apareció en Ámsterdam a Ida Peerdeman transmitiéndole el primero de una serie de 56 mensajes a lo largo de 14 años.
En estos mensajes María manda explícitamente al Papa y a la Iglesia la proclamación de un nuevo dogma: el de María Corredentora, Medianera y Abogada, como colofón de la doctrina mariana. Llega incluso a decir: “El dogma deberá ser proclamado antes de 1960”. Cuando esto se haga, Ella promete dar la verdadera paz al mundo.
El 11 de febrero de 1951, aniversario de las apariciones de Lourdes, la Señora dicta una sencilla oración: Señor Jesucristo, Hijo del Padre, manda ahora tu Espíritu sobre la Tierra. Haz que el Espíritu Santo habite en el corazón de todos los pueblos, para que sean preservados de la corrupción, de las calamidades y de la guerra. Que la Señora de todos los Pueblos, que un día era María, sea nuestra Abogada. Amén.
Pide que se difunda junto con la imagen, que todos la recen cada día y afirma que mediante ella la Señora salvará el mundo. La imagen es la representación de este dogma que será el último y más grande dogma de la historia mariana.
El Padre trajo a su sierva al mundo como Miriam o María. Ella fue elegida entre todas las mujeres para ser la Corredentora, Medianera y Abogada. Estos tres pensamientos están estrechamente vinculados, forman una sola cosa. Esta será la clave de la historia mariana.
Ella fue constituida Corredentora al principio, ya había sido predestinada. Corredentora era desde el momento de la Anunciación por voluntad del Padre. El Redentor recibió de la Señora únicamente la carne y la sangre, o sea, el cuerpo. Del Señor, el Redentor recibió su divinidad. De ese modo, la Señora se convirtió en la Corredentora.
El Hijo vino al mundo como Redentor de los hombres, la obra de la Redención era la Cruz. El fue enviado por el Padre. Pero ahora el Padre y el Hijo quieren que se le reconozca a la Madre del Hijo que completó con Él esta obra de Redención. Ella sufrió con su Hijo espiritualmente y sobre todo corporalmente. Esa era la espada que se le había predicho.
En el momento de irse, el Señor Jesucristo entregó a los pueblos en un solo gesto a María, como la Señora de todos los Pueblos, ya que Él dijo: “Mujer, he ahí a tu hijo, hijo, he ahí a tu Madre”. En este tiempo Ella desea ser llamada con ese nuevo título.
Este artículo se publicó inicialmente en https://plineando.blogspot.com/
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