Una reflexión sobre el estado de espíritu de cruzada que deben mantener los países europeos ante la nueva amenaza rusa desplegando armas nucleares en Bielorrusia.
El primer aspecto que llama la atención en esta escultura es el modo de estar de pie. Puede representar un cruzado en el apogeo de la Edad Media. Muestra un perfecto equilibrio del cuerpo. Los pies no son pies planos, como los de un pato, con la precaria firmeza de éste. Es la estabilidad corporal del hombre, en la cual no falta una cierta elegancia y entra algo de espiritual. Las piernas, el tronco, los brazos, representan la solidez física perfecta de quien venció la acción de la gravedad.
No ha cedido a la pereza. Pero tampoco está efervescente, no tiene la mentalidad del hombre de negocios, que habla por varios teléfonos a la vez. Se mantiene completamente tranquilo, pero de una tranquilidad tal, que su reposo se vuelve para la acción. Y acción que ya es de golpe la guerra. La más absorbente de todas las actividades, aquella que se opone más directamente a la pereza no es el trabajo, es la lucha. Está en una posición en que a cualquier momento puede iniciar el combate.
Está haciendo una proclamación con los grandes brazos abiertos, como quien dice: “Esto es así y no de otra manera, ay de quien niegue lo que proclamo, porque cojo la espada…”. Es la proclamación perfecta de quien anuncia y amenaza.
Por otro lado, el cruzado permanece en una actitud contemplativa. Su fisonomía indica que él no está mirando lo que pasa a su alrededor. Está mirando dentro de sí mismo. Y dentro de sí mismo considera un ideal muy superior, que le ilumina el alma: son los principios por de los cuales es obligado a combatir.
Todo él es un edificio de coherencia, de metafísica, dispuesto a descargar el golpe. Todas las razones del combate las tiene presentes, todo raciocinado, coherente, positivo.
Es un hombre profundamente serio. Si sucede cualquier cosa delante de él, su visión será la de la realidad completa. No exagerará, ni subestimará, ni torcerá la realidad, ni mentirá. Él ve lo que sucede y dice lo que ve. Es el varón serio por excelencia.
Este artículo se publicó originalmente en https://plineando.blogspot.com/
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