En un artículo anterior sobre la el topónimo “Lérida”, ya advertimos que era tan catalán o más que el actual “Lleida”. También avisamos que la lengua castellana apenas influyó en la toponimia catalana, cosa que no ocurrió en aquellas regiones ocupadas por los franceses que rápidamente perdieron su toponimia original. Ciertamente, tras el decreto de Nueva Planta, algunos topónimos usados por la corona eran recurrencias a formas arcaicas de toponimia catalana. Veamos el caso de “Gerona”.
El topónimo “Gerona” es lo que llamamos la fosilización de una forma que surgió en nuestra tierra muy próxima al étimo latino Gerunda. El término “Gerona” se usó en el catalán medieval, al que se sumó más tardíamente el de “Girona”. El topónimo de “Gerona” se usó con naturalidad en el catalán hasta mediados del siglo XIX. El fenómeno de la “Renaixença”, liquidó el “Gerona” creyéndolo -erróneamente- un término castellano.
Tras la invasión musulmana, en 785 la ciudad de Gerona se entregó al ejército franco. Se tiene poca información sobre este hecho, pero en el Cronicó de Moissac, se menciona que «Eodem anno Gerundenses homines Gerumdam civitatem Carolo regi tradiderunt» (En los mismos años, los hombres de Gerona entregaron la ciudad al rey Carlos). Durante muchísimo tiempo la referencia toponímica y gentilicia, tuvo como referencia el latín. Por ejemplo, un Epitafio de Servus Dei, obispo de Girona, entre 891 y el 906, en el prebisterio de la Iglesia de Sant Feliu de Girona, dice “gerundensis espiscopus”.
Los textos latinos carolingios nos hablan de los caminos que van “de Gerunda ad Barchinonam”. En el primer Concilio de Tarragona (año 516) ya se establece la diócesis de “Gerunda”. En la erudita obra colectiva, en varios volúmenes, titulada Catalunya Corolingia, se recogen escritos de cómo al obispado de Gerona, se le llama “territorium Gerundense”.
En el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD), si se pregunta sobre el uso de “Gerona”, la respuesta es: “Gerona. Nombre tradicional en lengua castellana de la provincia y ciudad de Cataluña cuyo nombre en catalán es Girona”. Pero esto no es así, pues, como ya hemos dicho, el uso de “Gerona” y “Girona” convivieron durante siglos.
Pero vayamos al origen, que es lo que nos señala el camino a recorrer. Habitualmente se ha creído que el término latino de Gerunda podría significar “entre el undarius”. Undarius ha derivado en río Oñar (Onyar en el actual catalán) que es el afluente del río Ter que cruza Gerona. Pero, evidentemente, nunca tendremos una conclusión clara. Excepto que “Gerunda fue Gerunda” y no Girunda.
Una nueva teoría podría satisfacer a los nacionalistas, pero aún así queda la duda. Nos referimos a los que afirman que el término no deriva del latín sino del íbero. Los indigetes, que ocupaban las actuales tierras gerundenses podrían haber usado (es mera especulación) el término “giron” y “ona” que, traducido literalmente del íbero, significaría “edad grande”. Es complicado dilucidar la certeza de esta afirmación, aunque sin lugar a dudas eso permite añadir otra teoría: la de la influencia griega.
En este caso y en referencia a esa teórica “edad grande”, constataríamos el influjo griego de la palabra “Gerontes” (ancianos o viejos habitantes) como referencia a los ocupantes de esas tierras que ellos empezaban a colonizar desde Ampurias. Pero ello nos devolvería al denostado “Ger” y no al amado, por los nacionalistas, “Gir”; y además nos movemos en especulaciones.
El uso del término “Girona”, inevitablemente tiene una concomitancia con el exónimo francés aplicado a Gerona. Esto es, cómo usan la toponimia, para ellos extranjera, de Gerona. En lengua francesa durante los siglos se han utilizado diversos términos como Gironne, Girone, Girronne, Giroñe. Por el contrario, son innumerables los registros de lengua catalana de los últimos siglos en los que se usa con naturalidad el término “Gerona”.
Durante los Austrias (no hay que echarles la culpa siempre a los borbones), en el poema heroico El Bernardo o Victoria de Roncesvalles, de Bernardo de Balbuena, publicado en 1624, aparece indistintamente Girona o Gerona con apenas unas frases de distancia. Jerónimo de Barrionuevo, que publicó sus Avisos entre 1654 y 1658, alterna ambos términos pero prefiere Girona. Por el contrario, Francisco Manuel de Melo, en Historia de los movimientos, separación y guerra de Cataluña (1645), emplea exclusivamente Gerona.
Un memorial sobre la situación económica del Principado, redactado con motivo de las Cortes de 1626, decía: […] «No deix de reparar en lo de la ciutat de Gerona ahont se veu lo dia de vuy lo dany tant notable que causa esta moneda: perque sent esta ciutat després de Barcelona, la més poblada, més rica de gent y de grans faldas, per hont era abundantíssima y barata, la tenen los menuts en gran apreto y molt empeñada».
Josep Ullastra, autor de la Grammatica cathalána (manuscrita hacia 1753) “per a correctamént parlár i escriurer… la llengua cathalána”, decía de sí mismo que era ”oriúndo de la vila de Bañolas, del bisbad de Geróna”. Fue muy común durante siglos, la referencia al “Bisbat de Gerona” (respecto al uso de la “ñ”) le dedicaremos otro artículo más adelante. O encontramos durante los siglos XVII y XVIII innumerable “goigs” (gozos) escritos en catalán y que hacen referencia al “Bisbat de Gerona”.
Durante la Guerra de la Independencia, cuando mariscal Augerau anexionó Cataluña a Francia y realizó la nueva división territorial, a la ciudad de Gerona se la llamó Gerona, y así se hizo referencia en el Diari de Barcelona que, tras la invasión, se publicaba en el catalán-francés (abandonando el habitual castellano). Por cierto, Juan Marsé, aborrecido por los nacionalistas, en su Caligrafía de los sueños (2011) usa los términos Gerona u Oñar, sin inmutarse. Y es que no hay nada mejor que liberarse de las dictaduras de la corrección política del nacionalismo.
Javier Barraycoa
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