Valentina Orte
Para explicar este tema debemos retrotraernos al periodo político que transcurrió entre 1974 y 1985 en España, aunque para ello, es necesario comenzar recordando quien fue Friedrich Flick (10 de julio de 1883 – 20 de julio de 1972) un industrial alemán del carbón y el acero de la cuenca del Ruhr. Nació en Kreuztal (Renania del Norte-Westfalia). Estableció las bases del poderoso patrimonio familiar, un conglomerado industrial durante la República de Weimar. Friedrich Karl Flick encarnó el aspecto negativo del capitalismo. Pese a ser hijo de granjeros, comprendió hábilmente como utilizar los tiempos de inflación a su favor para lograr que en la década de los 20, la industria minera pudiera florecer. Con el ascenso del nacionalsocialismo, en 1933, logró consolidarse como segundo productor siderúrgico del Tercer Reich. Pese a no simpatizar particularmente con la ideología nazi, buscó y encontró la cercanía de figuras poderosas. Fue líder militar industrial con el mando sobre unos 48.000 trabajadores forzosos. Al concluir la Segunda Guerra Mundial, el Tribunal de Nuremberg que condenó los crímenes del nazismo lo sentenció a siete años de prisión.
El último hijo del fundador del consorcio Friedrich Karl Flick continuó la labor de su padre utilizando las condiciones políticas a su favor. A los 30 años de edad ingresó al negocio familiar pertrechado con el mayor grado académico en la administración de empresas. En 1972, cuando murió su padre a la edad de 89 años, nadie en el clan tenía duda alguna de quien sería el nuevo líder del grupo. Flick hizo a un lado sin problemas a los parientes que le hacían sombra. En 1975 se deshizo definitivamente de sus sobrinos Gert Rudolf Muck y Friedrich Christian Muck, ofreciéndoles compensaciones millonarias. En el mismo año el empresario sorprendió al vender su participación de dos terceras partes en las acciones del consorcio automotriz Daimler Benz al Deutsche Bank por el equivalente a 970 millones de euros. Flick quería evitar el pago de impuestos millonarios por la operación, así que sus altos ejecutivos encabezados por Eberhard von Brauchitsch, buscaron la mano amiga de políticos. Alrededor de 25 millones de marcos fluyeron a las arcas de tres partidos: el SPD, la CDU/CSU y el FDP, para obtener una exención fiscal sobre la venta del paquete de acciones.
Sin embargo, los corruptos manejos acabaron siendo descubiertos. A principios de la década de los 80 las donaciones realizadas por Flick se convirtieron en el mayor escándalo de corrupción de la entonces Alemania occidental. En el transcurso de 11 años, (de 1969 a 1980), la Unión Cristianodemócrata CDU, y su hermana bávara, CSU, recibieron el equivalente a 7,6 millones de euros. Al partido liberal, FDP, fueron destinados unos 3,3 millones de euros, mientras que los camaradas socialdemócratas, SPD, recibieron 2,19 millones de euros. La cloaca destapada por el escándalo Flick no se quedó ahí. Las investigaciones comprobaron que muchas otras empresas habían destinado durante décadas donaciones ilegales a los partidos políticos más importantes de Alemania.
En 1981 estalló el escándalo cuando una inspección del fisco alemán descubrió un documento contable que recogía pagos en efectivo a políticos de todos los partidos representados en el Bundestag, incluidos los ministros de Economía Hans Friderichs y Otto Lambsdorff, quienes perdonaron al consorcio Flick impuestos por valor de unos 450 millones de euros. La corrupción transforma en democrático lo nazi y en privado lo público. Los sobornos de Flick se convirtieron en el mayor escándalo de corrupción de Alemania occidental. La financiación de los partidos la llevaban a cabo cuatro fundaciones alemanas, especialmente la Friedrich Ebert, vinculada a la socialdemocracia, que servían de tapadera a la red de corrupción política y financiera. Se descubrió que el consorcio Flick, propiedad del hombre más rico de Alemania, había sido eximido del pago de cientos de millones de marcos de impuestos correspondientes a la venta de su paquete de acciones de la Daimler-Benz a Kuwait. Estas exenciones habrían sido concedidas gracias a los donativos que el consorcio repartió entre 1969 y 1980 a todos los partidos del Bundestag de la República Federal Alemana (democristianos, socialdemócratas y liberales).
La corrupción salpicó al entonces canciller Helmut Kohl, cuyo nombre figuraba en la lista de pagos, y al que Flick habría abierto camino político al lograr mediante sobornos la dimisión del líder democristiano Rainer Barzel. Kohl, obligado a comparecer ante una comisión parlamentaria, manifestó no recordar nada.
La cloaca destapada por el escándalo Flick no se quedó ahí. Las investigaciones comprobaron que muchas otras empresas habían destinado durante décadas donaciones ilegales a los partidos políticos más importantes de Alemania. Flick mismo tuvo que comparecer ante una comisión parlamentaria que investigaba el caso. Un trago difícil para el magnate, quien, como se esperaba, dijo no saber nada sobre las transferencias de dinero. Tuvo que sacrificar a su lugarteniente, von Brauchitsch y una serie de prominentes políticos y banqueros se vieron obligados a dimitir, entre ellos, el entonces ministro de Economía, Otto Graf Lambsdorff (FDP) y Hans Friderichs. Flick decidió retirarse del negocio. En 1985 vendió su imperio integrado por empresas siderúrgicas, químicas, de armamento y automotriz. Todo se lo vendió al Deutsche Bank que desmembró el consorcio en varias empresas y las sacó a bolsa. Los ingresos por la venta fueron invertidos, según información del propio empresario, en bienes inmobiliarios, en acciones y fondos en Estados Unidos, Europa y Asia. En 1994 trasladó la sede administrativa de sus negocios de Düsseldorf a Viena, para no pagar impuestos en Alemania. Desde entonces, el fisco germano vio disminuidos sus ingresos en 51 millones de euros anuales. Flick vivió el otoño de su vida con su tercera esposa, Ingrid Ragger, 33 años más joven que él, ex-secretaria e hija de un carpintero austríaco.
Durante la discusión sobre las donaciones a trabajadores forzosos, Flick hizo oídos sordos. Pese a que su familia estuvo estrechamente vinculada al nazismo, desde el punto de vista legal, nadie pudo obligarlo a pagar un céntimo en compensaciones a las víctimas. En su momento, cuando la industria alemana aceptó hacer aportaciones a un fondo común, Flick argumentó que la indemnización de trabajadores forzosos, a partes iguales por el gobierno y empresas alemanas, no obligaba a particulares. También señaló que aquellas empresas que durante el nazismo se encontraban en manos de la familia Flick, o tuviera alguna participación, como Daimler Benz y Dynamit Nobel, habían pagado ya su parte a dicho fondo.
La corrupción salpicó también al entonces canciller Helmut Kohl, cuyo nombre figuraba en la lista de pagos, y al que Flick habría abierto camino político al lograr mediante sobornos la dimisión del líder democristiano Rainer Barzel. Edmund Kohl es el canciller de Alemania que durante más tiempo ha ocupado el cargo, exceptuando a Otto von Bismarck (que lo fue durante diecinueve años). Lideró el proceso de reunificación de Alemania, que se inició con la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 y concluyó formalmente el 3 de octubre de 1990. Kohl abogó por reforzar el débil aparato económico del este de Alemania introduciendo las reglas del mercado libre y en especial gracias a una fuerte aportación de capital y una gran cantidad de inversiones. A pesar de que en el momento de su derrota electoral parecía que su proyecto había fracasado, la reunificación fue un paso necesario para la integración europea. Así, durante su administración, Kohl impulsó la marcha de la Comunidad Europea hacia la unión política y monetaria de Europa, que se concretó en la Unión Europea instituida en 1993 cuando entró en vigor el Tratado de Maastricht.
El 27 de octubre de 1998 le sucedió en el puesto Gerhard Schröder tras una aplastante victoria del SPD en las elecciones de aquel año, tras lo cual Kohl renunció a la presidencia del partido. Un año más tarde, en 1999, estalló el escándalo. Kohl reconoció que había recibido 100.000 marcos, unos 50.000 euros, para financiar a la CDU. A pesar de que Helmut Kohl se negó a delatar los nombres de las personas que aportaron secretamente, sus propios compañeros de dirección del partido afirmaron haber recibido millonarias sumas, en algunos casos de empresas favorecidas con la privatización estatal. El presidente de la CDU, Wolfgang Schäuble, quien inicialmente había negado la existencia de cuentas clandestinas, reconoció haber utilizado métodos de blanqueo de donaciones de origen confuso. Jaqueado por escándalos de corrupción de su Gobierno, junto con el asunto «Spendenaffäre» que destapó la existencia de donaciones irregulares a la cúpula del partido y que acabó con el suicidio sospechoso de un miembro del Bundestag de la CDU, Kohl debió distanciarse de su partido. En 1999, la fiscalía de Bonn notificó al Bundestag la apertura de un sumario en su contra por corrupción y financiación ilegal del partido democristiano CDU. La fiscalía de Bonn investigó al canciller democristiano por haber incurrido en malversación de fondos, al haber aceptado, como él mismo admitió en una entrevista televisiva, al menos dos millones de marcos (170 millones de pesetas) en donaciones ilegales entre 1993 y 1998. Tras una larga investigación, el caso se cerró en los tribunales con la condena de 1987 por fraude fiscal a dos exministros liberales de Economía —el conde Otto Graf Lambsdorffy Hans Friderichs—, y a un alto directivo del consorcio, Eberhard von Brauchitsch.
Veamos la trama española. El capítulo español de la trama tardó un poco más en ser destapado porque todos miraban para otro lado, no querían líos que pudieran alterar la paz social. Sucedió en 1984 cuando el diputado socialdemócrata alemán Peter Struck declaró a la prensa de su país que otro diputado del mismo partido, Hans Jürgen Wischnewski, había entregado un millón de marcos a la trama española de corrupción que desde el gobierno dirigía Felipe González, aunque, naturalmente, esta labor había empezado años antes de ostentar la presidencia del gobierno español.
La revista alemana “Der Spiegel” aseguró en 1990 que las primeras entregas de Flick a España procedían de los fondos reservados de los servicios secretos alemanes creados durante el gobierno socialdemócrata-liberal de Helmut Schmidt (1974-1982), con el consentimiento de todos los partidos parlamentarios.
Durante la transición, para la entrega encubierta de los sobornos, los servicios secretos alemanes utilizaron cuatro fundaciones políticas diferentes, especialmente la Friedrich Ebert. Borraron los rastros del origen del dinero y también falsificaron la documentación. Las donaciones a España y Portugal ascendieron entre 1978 y 1981 a unos 3,3 millones de euros, según, el citado “Der Spiegel”.
¿Cómo se llegó a esta situación?
Allá por 1975, la posibilidad de que los comunistas se hicieran con el poder en Portugal y en Italia no era descabellada. Tampoco era impensable que un posible avance de la tendencia contagiase a España, y el PCE acabase dominando la situación política tras la muerte de Franco. Para intentar evitar que el avance del comunismo en el Mediterráneo pusiera en jaque su apuesta por la apertura de mercados, los dirigentes alemanes decidieron implicarse económica y políticamente en el apoyo de los partidos moderados del sur de Europa. En 1984 nos enteramos de que Friedrich Flick había financiado ilegalmente durante años a todos los partidos alemanes, y con las donaciones de esos partidos y las de algunos particulares, se había financiado la victoria de los «socialistas» españoles y portugueses. Así que “en marzo de 1975, el cancillerHelmut Schmidtdecidió lanzar una iniciativa alemana destinada a promover la estabilidad en la Península Ibérica”. Esta se iba a traducir, básicamente, “en un gran apoyo a los partidos socialistas capaces y deseosos de contrarrestar la influencia de los comunistas en Portugal y España”.
Los políticos españoles ya venían dando pasos en ese sentido, en el alejamiento del comunismo. El primero había sido dado con la expulsión de Juan Negrín, y de sus colaboradores del partido, pues sobre ellos hicieron recaer las masacres realizadas por el estalinismo que además había embebido y dominado al PSOE durante la Guerra Civil aunque éste, aún dirigiendo el gobierno de la República, no supo contrarrestar. El segundo paso había consistido en convocar la asamblea «Movimiento Europeo», denominada por el franquismo como «El Contubernio de Múnich«, durante los días 7 y 8 de junio de 1962. En su organización actuó con eficacia Salvador de Madariaga, debido a su estrecha relación con los dirigentes del movimiento europeo Maurice Faure y Robert Van Schendel. Allí estuvieron representados, con la finalidad de crear unas bases para la deseada democracia, los socialistas con Rodolfo Llopis, los liberales, los monárquicos con José María Gil Robles, los nacionalistas catalanes y vascos y los masones, en fin, todas las fuerzas políticas españolas excepto los franquistas y los comunistas. El tercer paso se dio en el Congreso de Suresnes en 1974.
España no podía pertenecer a la CEE en tanto no tuviese un régimen democrático y las instituciones europeas debían presionar para debilitar la dictadura de Franco. El 11 de diciembre de 1946, las Naciones Unidas recomendaron a los países de la ONU que rompieran sus relaciones con Franco: España quedó aislada política y comercialmente durante años. Pero el régimen se mantuvo apoyado por media España, la Iglesia con Pío XII, Argentina, Portugal y, ante todo, por la imagen ofrecida por su ferviente anticomunismo, hasta que el abrazo de Eisenhower a Franco en Madrid, el 21 de diciembre de 1959, desbarató cualquier opción de involución política y de regreso del PSOE y de sus líderes a España. De esta forma, el PSOE dormitó hasta octubre de 1974 en el que se celebra el Congreso de Suresnes, y los delegados del PSOE, unos exiliados, otros provenientes de España, acordaron que Felipe González sustituyese a Rodolfo Llopis (masón grado 33), en la Secretaría del partido como un significativo guiño a la socialdemocracia europea, representada en aquel acto por Willy Brandt, François Mitterrand y Bruno Pittermann, presidente en funciones de la Internacional Socialista desde 1964, en interés de acercarse a la auténtica democracia capitalista y tener el necesario empuje para ser considerado como un partido socialdemócrata.
El congreso de Suresnes había sido el primer ladrillo en ese camino. Celebrado en octubre de 1974 a las afueras de París, fue la escenificación de un relevo generacional entre la vieja guardia del partido y una nueva generación encabezada por Felipe González y AlfonsoGuerra. Willy Brandt invitaría al político sevillano a Bonn en abril del siguiente año. Allí González calificó como “poco realista y suicida” la intención del PCE de demoler el franquismo, ya que llevaría a un golpe de Estado, y planteó que la democracia sólo saldría adelante si se seguía el plan de desmantelamiento que el rey Juan Carlos había establecido y que González conocía. Desde entonces, el PSD alemán y el PSOE serían uña y carne, y Brandt se encargaría de presentar a ese joven andaluz como la gran promesa de la política española, por ejemplo, presionando a Madrid para que recuperase su pasaporte. Gracias a ello consiguió viajar a Mannheim donde conoció a Günter Grunwald, director ejecutivo de la fundación Friedrich Ebert, que le ofreció aDieter Konieckipara desarrollar un programa de cooperación con el PSOE y la UGT. Todos los tratos de financiación y apoyo serían llevados a cabo solamente con Felipe González y Alfonso Guerra.
El trabajo del alemán en España comenzó en febrero de 1976, donde tuvo que enfrentarse a dos retos. Por un lado, preparar al PSOE para las elecciones parlamentarias que, más pronto que tarde, se celebrarían. Por otro,reforzar el ala moderada del partidofrente a la marxista. En aquel momento, el gran hándicap de partido socialista era su escasa influencia en provincias, por lo que el esfuerzo se centró en abrir agrupaciones locales en 27 capitales provinciales, cuyos gastos eran pagados por la FES. Como señala Muñoz Sánchez, “la refundación del PSOE en esas ciudades casi 40 años después tuvo lugar en restaurantes donde las figuras progresistas locales eran invitadas a una “cena política” con Felipe González. A mediados de 1975, el PSOE tenía 1.500 activistas y su presupuesto mensual de 125.000 pesetas apenas alcanzaba para pagar los salarios de dos liberados, la edición de propaganda y los viajes de sus dirigentes. A falta de locales, sus afiliados se reunían en iglesias, pisos o bufetes de abogados. Casi nadie había oído hablar en España de Felipe González y parecía imposible que un socialista pudiera hacer sombra a Santiago Carrillo como líder de la izquierda. Fue el alemán Willy Brandt quien se encargó de dar la vuelta a esa situación. Gracias a la financiación alemana, Felipe González participó en cenas políticas en las 25 capitales de provincias donde aún no existía el PSOE y animó a los comensales a refundar el partido. Aunque la nueva federación no tuviese más de un puñado de miembros, inmediatamente contaba con una sede atendida por dos liberados. Fue así, con ayuda de la Ebert, que el PSOE vivió durante 1976 una expansión territorial vertiginosa sin ensanchar apenas su base. Durante la transición, para la entrega encubierta de los sobornos, los servicios secretos alemanes utilizaron cuatro fundaciones políticas diferentes, especialmente la Friedrich Ebert. Para borrar los rastros del origen del dinero también falsificaron la documentación.
En diciembre, el PSOE ya tenía un comité en cada provincia, pero tan sólo 7.733 afiliados. Puesto que aún era ilegal, se fundó el Instituto de Técnicas Electorales (ITE) para servir como departamento de prensa y propaganda, una sociedad anónima dirigida por Alfonso Guerra que concibió la propaganda del PSOE, organizó sus actos públicos y la primera campaña electoral. A lo largo de todo ese año, Koniecki, junto a Etelvino Gonzálezy Luis Gómez Llorente, organizó “un programa comprensivo de entrenamiento para los socialistas españoles”. Seminarios como la Escuela de Verano del PSOE tenían como objetivo “ayudar a los socialistas españoles asuperar la mentalidad de búnkerformada durante la dictadura”. Como explica el estudio, “sólo rebajando su radicalismo y dejando de actuar como una organización secreta el PSOE podía ganar terreno en la sociedad española y aspirar a obtener una gran cantidad de apoyo popular”. Al menos hasta la legalización del partido en febrero de 1977, aportó buena parte de los fondos que sostuvieron la infraestructura del PSOE, desde los alquileres de las 52 sedes provinciales, hasta el pago de los 104 salarios de su personal, pasando por los gastos del ITE. En total, unos cinco millones de pesetas mensuales. El 15 de octubre de 1977, recuperadas las libertades democráticas, se inaugura oficialmente la Fundación con la asistencia, entre otros invitados, de Willy Brandt, Olof Palme y Bruno Kreisky, que se encontraban en Madrid en una reunión del Buró Político de la Internacional Socialista.
En el XXVIII Congreso (1979) utilizan el lema Construir en libertad, con aquello de «hay que ser socialistas antes que marxistas» de Felipe González, para continuar la revisión ideológica. Nueva imagen, nuevos métodos, nuevas formas de acción y abandono de algunos objetivos históricos, a petición de intereses internacionales, especialmente alemanes. Fue durante la llamada Transición a la democracia, cuando se volvió a perder algún que otro principio ideológico y seña de identidad. Ahora, sin república y con monarquía. La influencia de Willy Brandt en aquel momento, tuvo su importancia, no solo en el cambio de estrategia del socialismo, también en el impulso de crear fundaciones, cargos para el partido, etc., de modo que aprovechando el empuje, en el Congreso del PSOE celebrado en Suresnes en 1974, Francisco Bustelo, Secretario de Formación, propone la creación de la Fundación Pablo Iglesias. Asumida la propuesta por la nueva Comisión Ejecutiva, Felipe González, Alfonso Guerra y Francisco Bustelo dan instrucciones para habilitar recursos económicos (es de suponer que dichos recursos procedían de Alemania) para la adquisición de libros y empezar a reunir, en la clandestinidad, un fondo bibliográfico sobre el socialismo español bajo la dirección de Enrique Moral Sandoval. Tras la muerte de Franco, el XXVII Congreso del PSOE celebrado en condiciones semilegales en Madrid en diciembre de 1976, aprueba la creación de la Fundación Pablo Iglesias, ocupándose el nuevo secretario de Formación, Luis Gómez Llorente, de su constitución definitiva.
Otro de los pilares de la aportación de Brandt a la izquierda española, fue la formación de cuadros socialistas. Hasta 1982, decenas de miles de responsables nacionales, regionales y locales del PSOE y de la UGT aprendieron técnicas de organización, propaganda, retórica, finanzas, etc. en los 3.000 cursos organizados en cooperación con la Fundación Pablo Iglesias, la Fundación Largo Caballero, y el Centro de Estudios de la Administración, a los que igualmente financió durante años. Para encauzar al proletariado hacia la desconocida socialdemocracia, Felipe González que había cantado «La Internacional» y levantado el puño cerrado, cambió de táctica, olvidándose de cantarla y guardando el puño en el bolsillo, el PSOE consiguió ser la segunda fuerza política española, a menos de un millón de votos de la UCD de Adolfo Suárez y con más de tres millones y medio sobre el PCE de Santiago Carrillo y Alianza Popular de Manuel Fraga Iribarne. Willy Brandt (quien paga, manda) le había sugerido dar una vuelta de tuerca en sus exposiciones públicas y a practicar la táctica proyectada por la socialdemocracia europea: en definitiva, que abandonase el marxismo que llevaba en su programa, así que, además de guardarse en el bolsillo el puño cerrado y dejar de cantar la Internacional, se apoyó en la gran banca y algunas de sus figuras para realizar su proyecto socialdemócrata. Además, incluso se mostró respetuoso con la religión cristiana y su culto, e intentó, con suficiente éxito, que pasara al olvido las secuelas de la última guerra civil.
El FES financiaba la puesta en marcha de la Fundación Pablo Iglesias y de la Fundación Largo Caballero, de la UGT. Ello se traduciría en una gran cantidad de seminarios y cursos (hasta 2.000) celebrados hasta el año 1982. El siguiente paso para el Partido Socialista, por lo tanto, se trataba de ampliar sus resultados en las provincias. “El establecimiento de ramas locales del partido, junto con la preparación para las elecciones municipales, requería una gran logística humanay un gran esfuerzo económico, que el PSOE sólo podía afrontar con el apoyo de la Fundación Friedrich Ebert”, señala el último estudio de Muñoz Sánchez. Muchos aspirantes emprendieron viaje hacia la sede de la FES a partir de 1976, o asistieron en Madrid a cursillos de formación.
Los socialdemócratas alemanes quedaron muy aliviados por la derrota del PSOE en las segundas elecciones generales. Consideraban que los socialistas “se encontraban muy lejos de estar listos para afrontar la responsabilidad de dirigir el país”, por su “exceso de ideología y una falta de experiencia técnica”. De ahí nació el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales Aplicadas (IESA), dirigido por Harald Jungy Joaquín Arango, algunos dicen que fue dirigido formalmente por Javier Solana (miembro de la masonería), un ‘think tank‘que ponía en contacto a los socialistas y a los sociólogos internacionales y organizaba viajes de miembros del PSOE a otros países de la Unión Europea. La última frontera de la Transición y el sueño dorado de los socialistas europeos: convertir a España en un país de la Unión Económica Europea, como finalmente ocurrió el 1 de enero de 1986, durante el primer gobierno de Felipe González. El Instituto realizó cientos de informes sobre los temas más variados (desarrollo del estado autonómico, planificación urbana, propuestas para una reforma de la educación, de la sanidad, de la política laboral, etc., etc.) cuyas conclusiones fueron masivamente asumidas por el PSOE. La mayoría de los economistas, sociólogos, urbanistas o ingenieros que redactaron dichos informes se convertirían en asesores de los ministros socialistas a partir de diciembre de 1982. El apoyo logístico del SPD al PSOE se vehiculó a través de la Fundación Friedrich Ebert. Su delegado en Madrid, Dieter Koniecki, trabajó con Alfonso Guerra en la dotación de sedes a los 27 comités provinciales que se inauguraron en abril de 1976. El alquiler, el material de oficina, los gastos corrientes y el salario del secretario de organización y su ayudante corrían por cuenta de la Ebert». También fue esencial, dado el inmenso peso que tenía en la política europea del momento, el espaldarazo de Willy Brandt (presidente del Partido Socialdemócrata Alemán) en 1975, apadrinando a Felipe González en su proyección internacional y su consolidación como figura clave de la política española. A partir de 1976, la actividad de la FES en España iría en aumento, siempre a favor del PSOE y de la UGT. Las cantidades invertidas ascendieron para el periodo 1975-1980 a 20 millones $.
A partir de la muerte de Franco, la influencia de Willy Brandt se hizo más notoria, de modo que intermedió para que el gobierno de Madrid reconociese a Felipe González como interlocutor representante de la oposición de izquierda y se encargó de que fuera recibido con honores propios de primer ministro en las más importantes capitales de Europa occidental, cuando, ni el rey don Juan Carlos ni los presidentes del gobierno Carlos Arias Navarro y Adolfo Suarez conseguían ser invitados por los gobiernos europeos.
En aquellos años se produjeron levantamientos contra el comunismo en varios países de Europa. El PCE tuvo que poner en discusión su tradicional “ligazón de hierro” con Moscú y, redefinir sus coordenadas tanto en el marco del movimiento comunista como en el ámbito europeo y en el contexto de la Guerra Fría. Intentó mantener una cierta unidad con el resto del movimiento comunista, al tiempo que mantenía la exigencia de destacar su diversidad para fortalecer su credibilidad democrática. Influido por la Ostpolitik de Willy Brandt, realzaba los aspectos transnacionales del proceso de integración continental y tenía el PCI como su principal valedor. Carrillo en 1973 afirmaba ante el CE que, con la excepción de Italia, “las posibilidades de un cambio revolucionario” en Occidente ya no residían en los PPCC: “Las fuerzas potenciales de la revolución en Europa -añadía- […] en una gran medida están en este movimiento que hoy dirigen los socialdemócratas y los socialistas”. Era el reconocimiento de que la socialdemocracia históricamente estaba prevaleciendo sobre el comunismo. Se trata de los primeros balbuceos de lo que se denominó Eurocomunismo que designa a la tendencia del movimiento comunista adoptada por algunas organizaciones comunistas de Europa occidental a partir de los años 1970 y que se caracterizó por su rechazo al modelo desarrollado en la Unión Soviética, una mayor proximidad hacia la clase media social surgida del capitalismo y la aceptación del modelo parlamentario pluripartidista. El eurocomunismo se oficializó en marzo de 1977, cuando los secretarios generales Enrico Berlinguer del PCI, Santiago Carrillo del PCE y Georges Marchais del PCF se reunieron en Madrid y presentaron las líneas fundamentales de la «nueva forma».
A pesar de lo que esta apertura significaba, el eurocomunismo de Carrillo despertaba muchos recelos, así que sabedor de la buena relación del presidente rumano Ceaucescu con Santiago Carrillo, Juan Carlos de Borbón pensó que éste podría ser un buen hilo conductor para pedir paciencia al líder del Partido Comunista Español en el proceso de recuperación de la democracia. En 1975 cuando se intuía el final de la vida del general Franco, el entonces príncipe Juan Carlos envió a Bucarest a uno de sus hombres de confianza, Manuel Prado y Colón de Carvajal, para entrevistarse con el líder rumano. Su misión era transmitir un mensaje sencillo y claro: que recomendara a Santiago Carillo no oponerse a la monarquía para facilitar las cosas. “Carrillo no moverá un dedo hasta que seáis Rey. Después habrá que concertar un plazo, no demasiado largo, para que sea efectiva vuestra promesa de legalización”, respondió el dictador rumano al emisario real.
En estas, Der Spiegel publicó la información del dinero recibido por el PSOE y, naturalmente, se organizó un gran escándalo que llegó a las Cortes y motivó una comisión de investigación para aclarar los hechos.
El asunto había comenzado con las declaraciones de Peter Struck, jefe de la delegación socialdemócrata ante la comisión parlamentaria que en la República Federal Alemana investigaba el caso de corrupción Flick. Como antecedente, la legislación alemana permitía los donativos económicos a los partidos políticos, lo que a su vez generaba exenciones tributarias para el donante. El consorcio Flick, constituido por siderúrgicas, industrias químicas, fábricas de cohetes, compañías de seguros, compañías de servicio aéreo y muchas otras empresas, otorgó donaciones primero legal, y luego ilegalmente, a fin de obtener una exoneración fiscal del orden de los 850 millones de pesetas. El escándalo no tardó en estallar, lo cual dio origen a la designación de una comisión parlamentaria para investigarlo. En el curso de las pesquisas, el diputado Peter Struck afirmó que el consorcio Flick entregó más de 4 millones de marcos al Partido Socialdemócrata Alemán, para que éste, a su vez, lo hiciera llegar al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y así ayudar a la campaña de Felipe González. Struck añadió además el detalle de que el dinero llegó a España en una maleta transportada por el señor Wischnevski, tesorero del partido socialista alemán, la cual había sido entregada a Felipe González, cuando éste sólo era el secretario general del PSOE.
La revista alemana aseguró en 1990 que las primeras entregas a España no procedían de Flick, sino de los fondos reservados de los servicios secretos alemanes creados durante el Gobierno de Helmut Schmidt (1974-1982), con el consentimiento de todos los partidos parlamentarios. Durante la transición, para la entrega encubierta de los sobornos, los servicios secretos alemanes utilizaron cuatro fundaciones políticas diferentes, especialmente la Friedrich Ebert. Para borrar los rastros del origen del dinero también falsificaron la documentación. Las donaciones a España y Portugal ascendieron entre 1978 y 1981 a unos 3,3 millones de euros, según la revista Der Spiegel.
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¿Qué es lo que trataban de tapar los servicios secretos y la socialdemocracia? Se preguntaron los diputados españoles.
La explicación apareció cuando en la comisión de investigación en el Congreso de los Diputados español compareció Eberhard von Brauchitsch, el representante de Flick. Santiago Carrillo le preguntó:
“Tengo entendido que el señor Flick fue condenado por el Tribunal de Nuremberg como criminal de guerra nazi. Y creo que usted es hijo del general que fue jefe del estado mayor de Hitler… Entonces, ¿cómo se explica que ustedes financien al PSOE?”
Respuesta de Eberhard von Brauchitsch:
“Tratábamos de cerrar el paso al comunismo y el partido mejor situado para hacerlo era el PSOE”
Acorralado ante tanta evidencia, Felipe González entonces ya presidente del gobierno del PSOE, pronunció aquella célebre frase:
“No he recibido ni un duro, ni una peseta, ni de Flick ni de Flock”.
Sin embargo, en la comisión parlamentaria de investigación, los implicados se pusieron de acuerdo en admitir que la Fundación Friedrich Ebert había destinado a España un millón de marcos, pero encontraron un agujero por el que escaparse: lo habían percibido un año antes de que se prohibiera a los partidos españoles recibir donaciones extranjeras. El Congreso de los Diputados absolvió a Felipe González con 263 votos a favor, aprobando las conclusiones elaboradas por la comisión acerca de la inexistencia de pruebas y la falsedad de las declaraciones, lo cual iba en contra de las abundantes evidencias.
Es curioso ver como suelen repetirse situaciones muy similares con traslado de maletas incluído. En la etapa de González, Struck declaró en su comparencia ante las Cortes, que el dinero llegó a España en una maleta transportada por el señor Wischnevski, tesorero del partido socialista alemán y que se la entregó al propio Felipe González. En febrero de 2020, Delcy Rodríguez, ministra del Poder Popular de Economía y Finanzas y vicepresidenta ejecutiva de Venezuela, aterrizó en Madrid (cuando no podia pisar suelo Schengen) y dejó unas cuarenta maletas que un coche de la embajada de Venezuela se apresuró a retirar sin pasar por ningún control, por aquello de la inmunidad diplomática, lo que contribuyó a levantar un gran revuelo y todo tipo de elucubraciones:
*1- No parece que las 40 maletas contuvieran el trousseau de la dama, puesto que ella marchó en un avión de línea a Qatar y las maletas quedaron, según dicen, en la embajada venezolana.
*2- Tampoco parece que la bodega del avión Dassault Falcon 900LX (con matrícula TC-AKE, propiedad de la empresa turca Ak Havacilik ve Ulastirma) quedara vacía, porque al día siguiente emprendió rumbo a Estambul, donde, al decir de la diputada Ana Oramas: «Parece ser que el oro de Venezuela se está fundiendo en Turquía y (añadió que el avión) iba con cajas y lingotes de oro para su venta ilegal”.( JOSÉ ANTONIO PUGLISI -14 Feb 2020, en Periodista Digital).
*3- Fuentes cercanas a la Embajada chavista en Madrid confirmaron a Periodista Digital que en el interior del equipaje transportado por Delcy Rodríguez junto a la delegación chavista que aterrizó en Madrid “había principalmente dos cosas. La primera, grandes cantidades de dinero que tienen por finalidad ayudar al embajador Mario Isea a realizar los pagos a sus trabajadores y colaboradores españoles (quieren convencer que no se fían de las transferencias bancarias). Además de una cuota de lingotes de oro que son similares a los que se llevaron hasta Turquíapara su venta ilegal”. No obstante, indica que “si bien todo apunta a que una parte del dinero tiene por finalidad partidos españoles de izquierda, aún no hay forma de demostrarlo”.
Y para que la similitud sea mayor con el Caso Flick, el jueves, 26 de noviembre de 2020, el Tribunal Supremo archiva la causa contra el ministro de Fomento por la entrada de la vicepresidenta de Venezuela en territorio español. Destaca que el incumplimiento de las decisiones de política exterior de la UE está sometido a control político, no a responsabilidad penal. Ni hubo 40 maletas, ni Delcy estuvo en España, ni Ábalos prevaricó según la justicia, increíble pero cierto.
En lo que ya no hay similitud es en la actitud de Helmut Kohl, porque depende de los valores éticos de cada individuo, así que guiado por ellos, abandonó la Presidencia del gobierno alemán y, poco después, también la de su propio partido por su actuación en el caso Flick, sin embargo, González siguió de presidente del gobierno de España y secretario general del PSOE, como si nada. Ahora, en situación similar, igualmente ni Ábalos, el acogedor y hospitalario anfitrión de Delcy y sus maletas, (¿a cambio de qué?) ni, por supuesto, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez se han dado por enterados. Se ve que aquello de la ética responsable que practicó Helmut Kolhn con su dimisión, no tiene utilidad en España quizá porque a los españoles esa falta de valores éticos no parece afectarles: ¡¡Spain is different !!
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