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“Quien esté en contra de la oficialidad del asturiano es un fascista”

Muchos asturianos, y la mayoría peinan canas, no tragaron ese sapo: asocian el bable a la tradición, no a la revolución.

Carlos X. Blanco

En la web oficial del partido político Podemos Asturias, en el apartado titulado “Campañas” se puede desplegar un gran cartel, con letras no menos grandes, que reza así: “Oficialidá 1-Fascismu 0” [https://asturies.podemos.info/archivo/oficialidad/].

Parece que la sucursal asturiana del Partido político estatal Podemos entiende el problema de la oficialidad de la lengua asturiana en términos futbolísticos. Se trata de ver las cosas como un “encuentro”, un partido de fútbol en el cual lo más probable no es el empate, sino que exista un resultado en términos de vencedores y vencidos. El problema no estriba en el símil deportivo, sino en la designación del contrario: se trata de marcarle un gol a un contrario, un equipo enemigo que aparece-de entrada- calificado como “fascista”.

Podemos Asturies no puede ser más explícito en su mensaje: el ciudadano del Principado que no apoye la oficialidad de la lengua asturiana es un fascista. Quien se oponga, por las razones que sean, a esa reforma estatutaria encaminada a la existencia de una cooficialidad, es un jugador del equipo fascista.

Yo creo que en la persona que diseñó dicha campaña, con tal cartel visible en la web, y quien lo aprobó, es la persona que de verdad recae en el verdadero fascismo. Tal y como dijo alguien: “hay dos tipos de fascistas, los fascistas y los antifascistas”. 

Estas actitudes de un partido tan obsesionado con el fascismo, describen el fondo ideológico del mismo. Son los de Podemos, al menos quienes dirigen esta sucursal en Asturias, unas personas incapaces de comprender un hecho: no admiten que pueda en el Principado haber puntos de vista alternativos, argumentos de disenso con respecto a sus particulares prioridades políticas. Son incapaces de entender que alguien esté en contra de la oficialidad de la lengua asturiana (o bable, como a veces se la denomina). Quien se posicione en contra, o atisbe un mínimo de dudas, ya queda calificado con una palabra, “fascista”, una palabra que en realidad ya no significa nada en 2023. Su sentido sólo adquiere espesor analizando quién pronuncia la fatwa, esa especie de anatema integrista que aspira a condenar a la muerte social al destinatario.

Quien escribe estas líneas, preocupado y molesto, es escritor en lengua asturiana y hablante patrimonial de la misma. A diferencia de muchos militantes de Podemos Asturies, conozco bien la “llingua” y la he cultivado toda mi vida: he publicado poesía, relato y ensayo en el idioma asturiano. No he tenido que asistir a cursillos impartidos por ningún ayuntamiento ni por ninguna Academia de la Llingua, pues esa lengua vernácula, bien es verdad que algo mezclada con el castellano, siempre fue mi lengua familiar. Todo cuanto se haga a favor de su dignificación y preservación, creo que es bueno. Pero lo que no puedo aceptar es que se la emplee como mecanismo de enfrentamiento y de estigmatización social. Y eso es lo que hace Podemos.

Cuando surgió Podemos, allá en 2014, afluyeron a la formación estatalista de izquierdas, como afluyen las moscas a la miel, varios cientos de personas que, por toda la región (especialmente en las cuencas mineras) militaban en ridículos partidos micronacionalistas. Debo decir “ridículos” en varios sentidos de la palabra. Ridículos en cuanto a representatividad política: algunos de ellos nunca superaron el 1% de los votos. Ridículos en cuanto a las metas: la independencia política de una región que apenas supera el millón de habitantes (y hoy bajando en picado su demografía), carente de medios materiales para autoabastecerse, envejecida y subsidiada, sólo puede defenderse después de haber consumido muchas drogas. Ridículo ese micronacionalismo asturiano también lo era en otro sentido: su agenda de prioridades. Parecía que la oficialidad de la “llingua” iba a ser la panacea para una región desertizada industrialmente, con la gente huyendo del campo, de las cuencas mineras, o huyendo hacia Madrid. Una panacea lingüística siempre subvencionada por los socialistas desde siempre, en el contexto de una región fuertemente controlada por el régimen caciquil del PSOE-IU, en donde hace falta un carnet del partido hasta para respirar. 

Pues bien, estos mini-partidos nacionalistas, soberanistas, independentistas, todos ellos haciendo de la “oficialidad” su bandera común, buscaron acomodo en Podemos a partir de 2014. Y Podemos, un partido estatal, ofreció cargos y posicionamientos en listas electorales a “los del bable”, pues tenía necesidad de mamporreros. Con unas pocas feministas y dos o tres “trans” no se hace una campaña electoral. Debo decir que “los del bable” no eran verdaderos políticos. Solían ser personas desocupadas, parados vocacionales, maestros de escuela y de instituto, rockeros, etc. , personas, muchas de ellas hijas de castellanos o andaluces, que habían cifrado toda la identidad de Asturias en un solo rasgo: la “llingua”, por un lado, y el cómodo expediente de cambiarse el nombre (Xurde, en vez de Jorge, Xuan en vez de Juan, y así). Podemos, no sin trifulcas internas, accedió a darles una oportunidad para rehabilitarse, haciendo concesiones en materia lingüística y empleándolos para la agitación de masas. Por eso el nacionalismo asturiano propiamente dicho murió justo al nacer Podemos.

Mal negocio. Muchos asturianos, y la mayoría peinan canas, no tragaron ese sapo: asocian el bable a la tradición, no a la revolución. Su icono es don Pelayo, no Belarmino Tomás. Los ciudadanos del Principado pueden sentir cariño hacia su lengua vernácula, y muchos la emplean sin ninguna finalidad “combativa”, digan lo que digan “los del bable” reclutados por Podemos. Llegar a fin de mes, o encontrar un trabajo para la hija o el nieto, es lo que realmente preocupa al asturiano medio, y no ser independientes, antifascistas, revolucionarios, o hacer de su región “la tumba del fascismo”.

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Evidentemente, Podemos (el de Asturias y el de todas partes) forma parte de una nebulosa llamada “izquierda identitaria”. Tal izquierda identitaria pretende sustituir la lucha de clases por una lucha de identidades (hombres contra mujeres, blancos contra negros, cisgéneros contra transgéneros, carnívoros contra veganos). Con la historia de mi región han topado con un hueso duro: en Covadonga nació España, y nació en forma de un Reino cristiano, el primero y –durante un tiempo- el único , un reino que plantó cara al Imperialismo del momento: el califato de los musulmanes. Asturias nació al mismo tiempo que España. Y nació cristiana y anti-imperialista. Esto nunca va a gustar a la masonería, siempre tan ávida por sustituir las verdaderas identidades por otras falsas, inventadas. Pero esto fue así. La galaxia de la izquierda identitaria (Podemos, y antes de ellos, los micro-partidos nacionalistas) debe impostar signos de identidad falsos, como es hacer del bable (lengua que se habla también en partes de León, Zamora, Asturias de Santillana, etc.) un “ariete” de independencia y un arma de enfrentamiento. La oficialidad del bable y la revolución del 34… como cimientos para un nuevo “país” son tópicos que nunca funcionarán. La voz de don Pelayo y los reyes caudillos del primer reino español, que fue el asturiano, siempre les quitará el sueño a los podemistas y “soberanistas”, y siempre harán lo posible por apagarla. 

Evidentemente, el partido Podemos, de implantación estatal, no habla de forma franca de un independentismo, aunque mantiene buenas conexiones con los separatistas más fuertes (catalanes, vascos, andaluces). Lo que apoya oficialmente es “un país de países” [https://asturies.podemos.info/pais-de-paises/], retomando, de forma aún más zafia, aquella majadería de Zapatero, la que una vez soltó sobre la “nación de naciones”. 

Muchos de los líderes del micronacionalismo asturiano, aunque no militen formalmente con los morados, ya se reconocen abiertamente como masones (p.e. David Rivas, Faustino Zapico)[http://adaraga.com/los-masones-el-asturianismo-y-la-identidad-covadonguista/], lo cual no ocultan. Masónico es el pedigrí de muchos de los políticos que llevan décadas tratando de “deconstruir” una España que nació en Asturias tras una invasión extranjera, como fue la invasión mora. Para estas personas, “federalismo” no significa verdaderamente unión, reunir bajo una misma ley lo que existe disperso. Federalismo significa en ellos más bien creación de lazos abstractos que sustituyan los lazos orgánicos de la Patria, la Religión y la Comunidad de sangre y de territorio, así como la hermandad de armas.

Que la “galaxia del bable” sea un pequeño adorno e instrumento de una izquierda “identitaria”, claramente antimarxista, que busca apoyar a minorías para fragmentar el legado ancestral de las mayorías, me parece algo evidente.

Por favor, yo les pido a Podemos Asturies: retiren ese lema de “Oficialidá 1- Fascismu 0”. Dejen de dividir. Dejen de cizañar. Quiten sus manos del bable, respétenlo y no lo empleen como arma: déjennos vivir en paz. 

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Carlos Javier Blanco, asturiano, Doctor en Filosofía. Autor de diversos libros como "La Caballería Espiritual", "La Luz del Norte", "Oswald Spengler y la Europa Fáustica", "De Covadonga a la Nación Española".

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