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Historia

El infame deporte de exhumar cadáveres de aquellos que fueron ideológicamente opuestos

Un grupo de españoles, soldados unos y otros hombres civiles, no quieren asistir a la total disolución de la Patria. Se alza hoy contra el Gobierno traidor, inepto, cruel e injusto que la conduce a la ruina. […] Trabajadores, labradores, intelectuales, soldados, marinos, guardianes de la patria: sacudid la resignación ante el cuadro de su hundimiento y venid con nosotros por España una, grande y libre. ¡Que Dios nos ayude! ¡Arriba España!(José Antonio Primo de Rivera. 17 de julio de 1936) 

Escribió Juan Manuel de Prada en Libertad Digital (9-11-2022): “Lo que distingue al hombre de otra especie animal es una misteriosa naturaleza mística que trata a los muertos reverencialmente. Enterrar a los muertos puede considerarse sin exageración el cimiento de cualquier forma de civilización, que considera al muerto res sacra. En todas las civilizaciones que en el mundo han sido, los mandatos que prohíben dar sepultura a un muerto, o que ordenan su desenterramiento, son tenidos por monstruosos, porque obligan al hombre a regresar a un estadio anterior a la humanidad, para abrazarse allí con los satanes más bajos, Behemot la hiena, Astaroth el cerdo, Moloch devora niños, todo ese enjambre de demonios que nos devuelven a la zoología más espesa. De este modo, la profanación de tumbas es considerada en cualquier civilización la forma más nefanda de crimen, la apoteosis del horror cósmico y primigenio. Los igorrotes de Filipinas, los Tona Toraja de Indonesia, los malgaches de Madagascar, los “demócratas” de España, son casos excepcionales de tribus primitivas, nostálgicas de las cuatro patas y el rabo entre las piernas, nostálgicas de la llamada de la selva, abrazadas a los satanes más bajos que los devuelven a la zoología más espesa”. Por el contrario, la mayoría de las culturas que acostumbran enterrar a sus muertos considera tal acto un sacrilegio y aún peor cuando los profanadores lo hacen por discriminación ideológica.

Decimos esto porque la “tribu democrática” desentierra, exclusivamente, los cadáveres de los dirigentes del bando vencedor en la Guerra Civil, y, en algún caso, para aumentar la ignominia, lo hacen de manera  que sus deudos y familiares no puedan honrarlos en público, obligando a inhumarlos en lugares recónditos y vergonzantes, para alimento del odio, el resentimiento, la venganza y “demás virtudes consideradas democráticas” exclusivamente por ellos. Tan democráticos y valientes son, que descargan su odio retenido vengàndose en los restos de generales vencedores de la Guerra civil, pero, en previsión de tener problemas, se arrogan el derecho a sacar una ley que les permita hacerlo impunemente. Así hicieron con los restos del general Queipo de Llano que por su defensa de Sevilla y en especial por la recuperación de las Iglesias que las izquierdas destrozaron, incluida la Macarena de cuya basílica fue gran benefactor, −por lo que la Hermandad le nombró Hermano Mayor Honorario, así, con su permiso, a su muerte en 1951 fue enterrado en ella−. Bien, pues basándose en esa ley, el 3 de noviembre, apenas diez días después de la disposición del Gobierno, en aplicación de su cuestionada ley de ‘memoria democrática’ se dieron la satisfacción de vencer al general exhumando sus restos, porque de otro modo no se hubieran atrevido.

Las ceremonias de apertura de campaña electoral venía siendo tradicional hacerlo con pegada de carteles, hasta que el gobierno actual decidió cambiar de estilo. Tras la convocatoria de las elecciones para el 28 de abril de 2019, Sánchez inició el cambio con la exhumación masónica del Valle de los Caídos de los restos de Francisco Franco, sin respeto a la Basílica, ni, por supuesto a los monjes que la guardan ni a la familia a la cual no permitieron elegir el lugar para la nueva inhumación. Esta propuesta estrella que el nuevo gobierno pensó que con ella arrasaría en las elecciones próximas, lo cierto es que no les resultó tan exitoso como creían porque solo influyó en el 5,7% de los votantes, es decir, no fue una buena baza. Veremos si esta nueva profanación les da más votos que las anteriores.

Ahora se van a celebrar nuevas elecciones, esta vez, municipales y comunitarias y, siguiendo este su “nuevo estilo”, han decidido exhumar a José Antonio Primo de Rivera esperando con ello conseguir más votos que los que obtuvieron con la exhumación de Franco. El Gobierno no ha perdido ocasión de felicitarse por profanar otra tumba. Mientras sea de la media España nacional, Sánchez y sus etarras, golpistas y comunistas lo disfrutan participando en numerosas tertulias denostando al personaje aunque no lo conozcan ni hayan leído sus obras. Claro que esto permite demostrar su ignorancia de la historia .Al cumplir la orden de prioridad informativa a TVE desde Moncloa por la exhumación, el espacio Hablando Claro (viernes 21-4-2023), abordó este tema en un análisis político. Lástima que por Primo de Rivera confundieran al exhumado con su padre, bajo cuya imagen se celebró dicho “análisis”. La 1 ha apoyado una de sus explicaciones en favor de la Ley de Memoria Democrática con declaraciones pasadas de José Luis Rodríguez Zapatero (en 2019), Pedro Sánchez (2019) y de la presidenta de la Asociación de Familiares Pro Exhumación de Republicanos, Silvia Navarro (diciembre de 2022). Este tipo de confusionismo es el abono perfecto para las mentes lobotomizadas que votan a la izquierda en España, los herederos del «vivan las caenas», aquellos a los que se refería Machado con su «desprecia cuanto ignora». Así que, en vista del despotismo iletrado que tanto nos agobia, hemos decidido recordar en breves pinceladas la figura del ultimo exhumado, José Antonio, con la “luminosidad” del periodo que tanto defienden. Por tanto, no hay más remedio que, haciendo de la memoria un uso serio y responsable, empezar recordando que el PSOE, ya en su congreso de 1919, ratificó su condición de marxista y acordó que «la dictadura del proletariado es condición indispensable para el triunfo del socialismo». En ello siguen.

El general Berenguer, nombrado a la destitución de Miguel Primo de Rivera, seguía sin resolver los problemas políticos y sociales de la nación, agravados por la crisis económica derivada de la Gran Depresión de 1929. Alfonso XIII contaba cada vez con menos apoyos. En abril de 1930, el exmonárquico Niceto Alcalá-Zamora se pasó a las filas del republicanismo y declaró que sólo existía ya un poder legítimo: las Cortes Constituyentes. Así las cosas, se fue fraguando una confluencia de republicanos «viejos» y «nuevos» con mucha membresía masónica y un ambiente propicio al acuerdo para derrocar políticamente a la monarquía borbónica. El primer paso para ello fue firmar el Pacto de San Sebastián con el objetivo de poner fin, a la mayor brevedad posible, a la monarquía de Alfonso XIII y proclamar la Segunda República. Se pretendía desde el consenso entre las diversas fuerzas políticas proclamar la República como la opción de gobierno ideal.  Una de las premisas esenciales del Pacto fue la aceptación por todos de un Estatuto de Autonomía para Cataluña, que se haría extensivo a «todas aquellas otras regiones que sientan la necesidad de una vida autónoma». Objetivo que, a poco que observemos, tratan de cumplir también ahora, con la salvedad de que hay otro rey, pero con el mismo deseo de disgregar la nación, crear el caos para dominar ellos las migajas que queden. Ante la situación sin salida que vivía la nación, el pacto de San Sebastián se presentaba como un bálsamo de esperanza que llevaría al país a salir de la crisis en la que se encontraba inmerso. ¿Y ahora, hay esperanza?

Sin embargo, llegado el año 1930 la situación política en España era caótica. En enero de dicho año, el dictador Miguel Primo de Rivera acababa de presentar su dimisión ante el fracaso en su intento de instaurar un régimen autoritario, que por otra parte, sería continuado por su sucesor Dámaso Berenguer. Aprovechando tal descrédito y la debilidad de la monarquía, los republicanos vieron la oportunidad perfecta que estaban esperando para asestar el golpe definitivo a los poderes monárquicos. El 10 de febrero de 1931 un grupo de intelectuales criptomasones entre los que destacaban importantes personajes de la época, fundaron la Agrupación al Servicio de la República  un movimiento político cuyo programa incluía la justificación de un sistema republicano, del que eran firmes defensores tanto política como culturalmente. Esos personajes terminaron abjurando de ella. Ostentó el liderazgo de la Agrupación, José Ortega y Gasset, con Gregorio Marañón (uno de los “padres espirituales de la República” que terminó por considerarla un “fracaso trágico” y a sus políticos como “desalmados mentecatos”, lamentando doloridamente haber sido amigo de tales “escarabajos”), Ramón Pérez de Ayala (quien, viendo el panorama político, el mismo año 1936, dimitió de su cargo −embajador español en Inglaterra− y se exilió a Francia, lavándose las manos por todo lo que había dado de sí la situación en España durante los cinco años precedentes y abandonó su tan pregonada defensa de la República,− por cierto que dos hijos suyos se alistaron en el ejército de Francisco Franco−), y Felipe Sánchez-Román y Gallifa eminente jurista que también emigró, éste a México al amparo del masón Lázaro Cárdenas, sucesor de Plutarco Elías Calles el causante de la “Revolución Cristera”. La falta de democracia y la desilusión por la deriva radical que estaba tomando la política española, habían llevado a la disolución de la Agrupación al Servicio de la República el 13 de octubre de 1933.

El 14 de abril de 1931 se proclamó la República, y las logias mostraron su júbilo abiertamente considerando al nuevo régimen como suyo. En La República es nuestro patrimonio, el masón Augusto Barcia aseguraba en junio de 1931 que “España será una república democrática o será una anarquía desatada. Fue lo segundo, y lo terrible fue que al igual que ahora, las izquierdas consideraron que quienes no eran partidarios de sus ideas, no les quedaba otra opción que aguantarse, por muchos expolios, atropellos y crímenes que soportaran, porque englobados todos bajo el epíteto de fascistas, debían, cuando menos,  someterse.

De todas las Obediencias y logias existentes en España, la masonería madrileña en la época de la Segunda República fue la más comprometida con la lucha política. La llegada de la República fue percibida por las logias madrileñas, con esperanza. Para muchos suponía que había que volver al terreno iniciático y dejar la beligerancia que había mostrado frente a la dictadura. Pero no había pasado ni un mes, cuando se produjeron los sucesos conocidos como “la Quema de Conventos”: la ola de violencia anticlerical contra edificios e instituciones de la Iglesia católica ocurrida entre los días 10 y 13 de mayo de 1931 en España, pocas semanas después de haberse proclamado la Segunda República. Fue «el primer conflicto de orden público grave que hubo de enfrentar el régimen republicano del que fueron otra vez acusados, entre otros, los masones aunque como señala Alcalá Zamora: “ni siquiera facilitaron a la trama del crimen el aprovechamiento individual, nunca plan colectivo del secreto y de la red de afiliados.

En cuanto proclamaron esta Segunda República, disolvieron la Unión Monárquica lo que permitió a José Antonio Primo de Rivera volver por un tiempo a la plena dedicación a su bufete. Los nuevos gobernantes estaban decididos a depurar las responsabilidades políticas de la Dictadura y abrieron procesos penales contra sus ministros, acusados, falsamente, de colaborar con un régimen ilegal. El marqués de Estella, José Antonio, retornó, pues, al plano político, dispuesto a defender la memoria de su padre. Actitud elogiable y muy lógica, al fin y al cabo, su padre, que como todos los humanos cometió errores, fue, Presidente de gobierno nombrado por Alfonso XIII en una época muy difícil en España y en ningún caso fue miembro de ninguna banda terrorista, hecho considerado reprobable en todo el mundo por más que aquí se les de tintes de gloria. En noviembre de 1931 José Antonio figuró entre los abogados defensores de los ex-ministros del Directorio en el proceso de responsabilidades y convirtió la defensa de su representado, Galo Ponte, en un alegato a favor de la obra de su padre. Estas actividades, y su propia condición aristocrática, le señalaban como un adversario declarado del régimen republicano. Eso le costó dos detenciones: en noviembre de 1931, acusado de participar en la trama conspirativa monárquica que dirigía el general Orgaz, y en agosto de 1932, de resultas del fracasado golpe de Estado encabezado por el general Sanjurjo (la “sanjurjada”). La primera vez pasó varias horas en comisaría, y la segunda estuvo casi tres meses recluido en la Cárcel Modelo, junto con significados políticos e intelectuales de la derecha. Sin embargo, en ninguno de los dos casos pudieron demostrar que tuviera vinculación personal alguna con las tramas golpistas. 

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En este ambiente, José Antonio participó con dos artículos en el lanzamiento de El Fascio, una revista doctrinal editada por Manuel Delgado Barreto, director de La Nación. En él escribió: «El Estado liberal no cree en nada, ni siquiera en sí mismo. El Estado liberal permite que todo se ponga en duda, incluso la conveniencia de que él mismo exista»; y en el que también se puede leer: «La libertad no puede vivir sin el amparo de un principio fuerte, permanente. Cuando los principios cambian con los vaivenes de la opinión, solo hay libertad para los acordes con la mayoría. Las minorías están llamadas a sufrir y callar».(A esa situación hemos vuelto, en un retroceso de 90 años). Es necesario recordar que la Masonería española, en los años precedentes a la proclamación de la Segunda República, aumentó notablemente sus efectivos y éstos se hicieron notar en disposiciones contrarias a lo que había sido la tradición del pueblo y en actitudes, por sí o por personajes interpuestos, muy revolucionarias. El Gobierno frustró la iniciativa secuestrando los ejemplares del primer y único número en el que colaboraban entre otros, Ledesma, Sánchez Mazas, Giménez Caballero y Juan Aparicio. A pesar del secuestro de El Fascio, José Antonio pudo sacar un buen rendimiento a la iniciativa porque le facilitó mantener  una polémica epistolar pública con el liberal-conservador Juan Ignacio Luca de Tena, director de ABC, lo que le permitió aparecer ante la opinión pública como portavoz de un nuevo partido en España. Pudo así consolidar un núcleo de amistades políticas del que surgió, durante el verano de 1933, el Movimiento Español Sindicalista (MES), una minúscula organización en la que se integraron monárquicos radicalizados, hartos de tantos desórdenes y estudiantes atraídos por el fascismo. Tras recibir la adhesión de los orteguianos del Frente Español, el MES pasó a estar presidido por un triunvirato, integrado por José Antonio, el aviador Julio Ruiz de Alda y el profesor Alfonso García Valdecasas. Mientras tanto, Primo de Rivera seguía cultivando a sus amistades en la derecha conservadora y en noviembre, con el apoyo de monárquicos como Ramón de Carranza y José María Pemán, logró un acta de diputado por la provincia de Cádiz. Durante la campaña, los tres dirigentes del MES protagonizaron un acto electoral en el madrileño Teatro de la Comedia (29 de octubre), acto cuya repercusión pública sirvió para marcar objetivos más ambiciosos al Movimiento, que poco después cambió su nombre por el de Falange Española (FE). 

La puesta en marcha de Falange Española (FE) se realizó con grandes dificultades en las últimas semanas de 1933. Los endémicos problemas económicos del partido, apenas aliviados por las aportaciones de sus dos diputados —los marqueses de Estella (él mismo) y de la Eliseda— obligaron a aceptar financiación de los monárquicos alfonsinos que, a cambio, exigieron que Falange suscribiera un compromiso de colaboración en la lucha contra la República (Pacto de El Escorial -1-, alentado, desde la caída de Miguel Primo de Rivera, por la masonería que empujó la convergencia de republicanos, socialistas y catalanistas. Fue negociado por José Antonio con Antonio Goicoechea). Por otra parte, la notoriedad alcanzada por el lanzamiento de la nueva opción sembró la alarma entre los sectores de izquierdas que, atraidos por las ideas del marxismo implantado en Rusia, eran muy contrarios a la consolidación de partidos como FE al que vinculaban, con mala fe, con la dictadura nazi en Alemania. El resultado fue una espiral de enfrentamientos que se saldó con un estremecedor balance de muertos y heridos entre los miembros de las juventudes socialistas, comunistas y anarquistas, por un lado, y, por otro, los jóvenes falangistas encuadrados bajo la instrucción de militares monárquicos, como Juan Antonio Ansaldo, quien con ellos formó una milicia armada, la Primera Línea, cuyos comandos operativos serían conocidos como la Falange de la Sangre. 

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José Antonio, preconizaba un cambio absoluto, una “revolución nacional” basada en un Estado totalitario, con fuerte intervencionismo económico, incluida la nacionalización del sistema financiero y de los servicios públicos; representación política con sufragio orgánico, basado en las “unidades naturales”: la familia (esa que ahora destrozan), el municipio y la corporación común a obreros y patronos, además de la separación de Iglesia y Estado, es decir, en la idea de “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, o lo que es lo mismo, dar lo que a cada uno le corresponde, para de este modo, terminar con el desenfreno de la izquierda que, siguiendo directrices de la masonería, trataba de acabar con todo lo vinculado a la Iglesia para erradicar la religión de la sociedad, lo cual no sorprende si tenemos en cuenta que acabar con la Iglesia y cuanto significa es uno de sus principales objetivos a nivel mundial. Los masones durante la Segunda República coparon cargos de gran influencia: unos 151 que rendían Obediencia al Gran Oriente Español y 16 a la Gran Logia Española se sentaban en el Congreso de los diputados. Y aún más ¿actualmente, cuántos en el Gobierno obedecen por su membresía a la Orden, antes que al bien de la nación que les paga? Por lo que ellos llaman “discreción”, es difícil establecer un número, aunque observando sus acciones podemos deducir que abundan excesivamente; de ellos, quizá algunos pertenezcan a la fraternidad por vocación, otros, simplemente por mimetismo con el jefe para trepar.

Es necesario añadir que José Antonio reivindicaba incorporar a la acción estatal “el sentido católico de la reconstrucción nacional”, así que, comprenderán que esto no lo podían tolerar los masones que tan orgullosamente habían escrito a sus “hermanos” hispanoamericanos la influencia que habían tenido en la proclamación de la II República española, de modo que ya antes del comienzo de la guerra y en sus primeros días, de los escasos diez mil seguidores de Primo de Rivera 3 de cada 4 cayeron asesinados a manos de socialistas, comunistas y anarquistas. Esto hizo que, aunque personalmente se oponía al ejercicio de una violencia indiscriminada, terminó cediendo a las presiones de su entorno y, tras el asesinato del jefe de uno de los cuadros juveniles del partido, Matías Montero, o la muerte a golpes y navajazos del joven Juan Cuéllar que también dejó heridos a tres de sus compañeros, autorizó una dura política de represalias en contestación a la acción directa de los anarquistas/comunistas/socialistas. Su escepticismo por las armas debía tener antecedentes familiares. El respeto y la devoción por su padre no excluían en él la crítica de los errores en que incurrió. Él, capitán de hombres jóvenes, proyectaba cosa distinta. De momento, para salir del fantasma de la guerra, “proponía un gobierno de carácter nacional…” Quien así escribió sobre José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española (FE), fusilado con 33 años en la cárcel de Alicante al amanecer del 20 de noviembre de 1936, fue Julián Zugazagoitia Mendieta (2), destacado dirigente del PSOE, director del órgano del partido, “El Socialista”, diputado en Cortes y cofundador de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética ​ el 11 de febrero de 1933, creada en unos tiempos en que la derecha sostenía un tono condenatorio en relación con los relatos sobre las conquistas y los problemas del socialismo en la URSS y lo que se temía podia suceder en España. 

Para abril de 1935 la situación era tan anárquica que Sánchez-Román con Azaña y Martínez Barrio suscriben juntos una declaración conjunta para “la regular convivencia dentro del régimen republicano”. A pesar de lo cual, y visto que la deriva era cada vez más peligrosa, Sánchez-Román el 7 de enero de 1936, y ante las inminentes elecciones, auspició con otros líderes republicanos,(Amós Salvador, Bernardo Giner de los Ríos, Cordero y Vidarte, entre ellos), redactar un programa cuyo acuerdo inicial era que no entraran en el bloque los comunistas. Fue por exigencia de Sánchez Román, compartida con otros, pero le enfrentó a un sector del Partido Socialista, deseoso de incluir a los comunistas en la coalición (Han vuelto a ello. En Castilla dirían “como la burra al trigo”). La noche del 14 de enero de 1936 se discutió acaloradamente la cuestión. Ante la negativa de Sánchez –Román a retirar la exigencia, Largo Caballero advirtió que si los comunistas, el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y las Juventudes Socialistas no firmaban el pacto, él tampoco lo haría. Sánchez- Román fue el único que no cedió. A la mañana siguiente se firmó, sin él, el pacto del Frente Popular. 

El intento de asesinato del destacado masón y catedrático socialista Luis Jiménez de Asúa el 11 de marzo perpetrado por afiliados al SEU como represalia por el asesinato de un compañero el día anterior produjo como resultado que, aunque Jiménez de Asúa resultó ileso, murió el policía que lo escoltaba, el inspector Jesús Gisbert. Tres días después, 14 de marzo, las autoridades a cargo del recién inaugurado gobierno del Frente Popular arrestaron al líder falangista por posesión ilícita de armas de fuego, al encontrar en su domicilio dos pistolas. La veracidad de esta acusación es algo que hoy en día sigue en entredicho, porque lo que realmente se buscaba era tenerle apartado de la posible sublevación militar que desde el gobierno ya se sospechaba. Primo de Rivera había sido sospechoso en diversas ocasiones de estar implicado en tramas conspiratorias que tenían como objetivo el derrocamiento de una Segunda República que, según él, estaba realmente dirigida desde las esferas estalinistas venidas desde Rusia a través de Azaña, al cual se refería como el «Kerensky español», y, por ende, del gobierno del Frente Popular. Desde un punto de vista objetivo, la Falange no representaba en el periodo de la Segunda República el máximo exponente de la derecha conservadora de España, pero su mensaje sí que había calado profundamente entre las juventudes universitarias. 

En los cruciales acontecimientos del 18 de julio, Sánchez-Román valorando el proyecto de Gobierno de reconciliación que José Antonio Primo de Rivera había elaborado estando ya en la cárcel de Alicante, que incluía a Martínez Barrio como presidente y ministro de la Guerra, a Sánchez- Román como ministro de Estado y a Prieto como ministro de Obras Públicas, la presentó con el objetivo de que esa combinación de nombres pudiera ser aceptada por los militares. Pero Prieto acudió a la reunión autorizado únicamente por su partido a unirse al Gobierno de Casares Quiroga, por lo que se frustró la formación de uno nuevo. La siguiente reunión a las doce de la noche en el Palacio Nacional se vio alterada por la noticia de la sublevación de los Regimientos de Carabanchel y Getafe. Era una noticia falsa para soliviantar a politicos y sobre todo al pueblo que salió rápidamente a exigir la entrega de armas. En la reunión de las siete y media en Palacio, Sánchez-Román y Martínez Barrio se opusieron sin éxito. Fue, como dijo Cela en San Camilo 1936, la “voz de la sensatez” que nadie quiso escuchar. (Y ante este guirigay, ¿la culpa de la guerra fue de unos espadones militares trasnochados del XIX?)

Los partidos tradicionalistas de mayor importancia en ese momento eran Renovación Española, con líderes como Antonio Goicoechea y José Calvo Sotelo, Comunión Tradicionalista (Manuel Fal Conde y el conde de Rodezno) o la CEDA de José María Gil Robles. Todos estos partidos eran favorables a una insurrección tanto de carácter civil como militar, pues consideraban que la República se había convertido en una aberración que amenazaba a los valores y a la moral española. A estos, se sumaba en 1934 la Falange Española, partido cuya ideología estaba inspirada en las doctrinas del fascismo italiano y no del nazismo alemán, como se dice.Todos veían la posibilidad de restablecer el orden que se había perdido en la Segunda República con la inauguración de un gobierno de carácter totalitario, en el que al frente estaría Primo de Rivera. 

Jose Antonio era un líder carismático, conocedor de las leyes y que se distanciaba de la derecha tradicional española pues consideraba que ésta había perdido la cercanía al pueblo, al no pensar en las necesidades reales del mismo. Este carácter, sumado a los continuos viajes que realizaba por el territorio nacional, le permitió tener adeptos entre la derecha más joven y que su mensaje calara entre ellos. Para promover ese cambio de gobierno, buscó acercamiento entre diversos militares españoles poco partidarios de la situación, llegando a idear un gobierno que incluiría a Francisco Franco como ministro de Defensa Nacional, a Emilio Mola como ministro de Gobernación y a Ramón Serrano Suñer como ministro de Justicia. En 1935, llegó a reunir a la cúpula de la Falange en el parador de Gredos para planear una insurrección militar que se iniciaría en Fuentes de Oñoro (Salamanca) para que fuera posible la incorporación a la misma del General Sanjurjo, el cual se encontraba exiliado en esos momentos en Estoril (Portugal). No obstante, los dirigentes militares que, a su vez, estaban planeando el levantamiento no tenían previsto incluir a José Antonio entre sus planes, dejando a la Falange en un relativo olvido del que no acabará de salir hasta la muerte de sus figuras más relevantes: Onésimo Redondo, Ramiro Ledesma y José Antonio Primo de Rivera.

Tras ser detenido y llevado a la la Dirección General de Seguridad (DGS) fue interrogado por el director general en persona José Alonso Mallol, a quien, según dicen, José Antonio insultó, lo que acabaría complicando su situación judicial. Estando en los calabozos de la DGS escribió un manifiesto titulado «La voz del Jefe desde el calabozo«, cuya difusión le valió el primer proceso judicial, por infracción de la ley de imprenta, que se inició dos días después y concluyó el 3 de abril por el que fue condenado a dos meses de prisión, aunque la sentencia fue revocada por el Tribunal Supremo el 19 de mayo. La sentencia condenatoria del segundo proceso, que se celebró entre el 16 y el 28 de marzo, por las injurias proferidas contra Mallol, también fue anulada por el Tribunal Supremo el 19 de mayo. Iban descaradamente a por él. De la DGS lo llevan a la Cárcel Modelo de Madrid el 14 de marzo de 1936, hasta el 5 de junio, en que, a pesar de la anulación de las sentencias, será trasladado a la prisión de Alicante donde fue ejecutado.

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Observen:

*En el manifiesto escrito el 14 de marzo en los calabozos de la DGS José Antonio Primo de Rivera afirmaba que Rusia era la que había ganado las elecciones de febrero pues «el comunismo manda en la calle; en estos días los grupos comunistas de acción han incendiado en España centenares de casas, fábricas e iglesias, han asesinado a mansalva, han destituido y nombrado autoridades». Por ello, Falange convocaba a todos «estudiantes, intelectuales, obreros, militares españoles, para una nueva empresa peligrosa y gozosa de reconquista». Se le acusa de instigar a la revolución. Así que los émulos de aquéllos deciden exhumar su cadáver basándose en no se sabe qué dignificación. 

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Y ya que hablamos de dignidad, o mejor, de falta de ella, recordemos que, aunque pretendan torcer el rumbo de la Historia, sucedieron hechos recogidos por periodistas, historiadores de todo el mundo demostrando que si alguien incitó a la Guerra Civil y muy tempranamente, por cierto, no fue ni Franco ni José Antonio, ya que, mucho antes Largo Caballero (el llamado Lenin español)   vven multitud de charlas y mítines incitó claramente a la guerra: 

  • “Si no nos permiten conquistar el poder con arreglo a la Constitución, tendremos que conquistarlo de otra manera”. Febrero de 1933.
  • “Quiero decirles a las derechas que, si triunfamos, colaboraremos con nuestros aliados. Pero, si triunfan las derechas, nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la Guerra Civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos”. Escribió en “El Liberal”, el 20 de enero de 1936.
  • En “El Socialista», en 1933: “Se dirá: ¡Ah esa es la dictadura del proletariado! Pero ¿es que vivimos en una democracia? Pues ¿qué hay hoy, más que una dictadura de burgueses? Se nos ataca porque vamos contra la propiedad. Efectivamente. Vamos a echar abajo el régimen de propiedad privada. No ocultamos que vamos a la revolución social. ¿Cómo? (Una voz en el público: ‘Como en Rusia´). No nos asusta eso. Vamos, repito, hacía la revolución social… mucho dudo que se pueda conseguir el triunfo dentro de la legalidad. Y en tal caso, camaradas habrá que obtenerlo por la violencia… nosotros respondemos: vamos legalmente hacia la revolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente (Gran ovación). Eso dirán los enemigos, es excitar a la guerra civil… Pongámonos en la realidad. Hay una guerra civil… No nos ceguemos camaradas. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar. El 19 vamos a las urnas… Mas no olvidéis que los hechos nos llevarán a actos en que hemos de necesitar más energía y más decisión que para ir a las urnas. ¿Excitación al motín? No, simplemente decirle a la clase obrera que debe prepararse… Tenemos que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista”.
  • “Si los socialistas son derrotados en las urnas, irán a la violencia, pues antes que el fascismo preferimos la anarquía y el caos”. 10 de febrero de 1936, en el Cinema Europa. 
  •  El 24 de septiembre de 1933, Caballero declaró a El Socialista, órgano del PSOE, que no sabía cómo había quien tenía “tanto horror a la dictadura del proletariado” porque “¿no es mil veces preferible la violencia obrera al fascismo?”. Es más. El partido debía estar preparado para una “acción de tal naturaleza” que “conduzca al proletariado a la revolución social”. Había que “prepararse seriamente para la lucha”. El compromiso era con la revolución y la dictadura. (Por cierto, esa entrevista la hizo un joven llamado Santiago Carrillo). 
  • En vista de que la democracia burguesa no se dejaba avasallar, decidieron dar un golpe de Estado al que llamaron revolución. Era 1934. No sólo fracasó el golpe, sino que hirió de muerte a la República. Claro que a Largo Caballero no le importaba la democracia, y menos la República. 
  • El 21 de enero de 1936 dijo en un mitin en el cine Europa de Madrid (donde luego hubo una checa) que “antes de la República, nuestro deber era traer la República. Pero, establecido este régimen, nuestro deber es traer el socialismo. Y cuando hablamos de socialismo, hay que hablar de socialismo marxista, de socialismo revolucionario con todas sus consecuencias”.

¿Y eran José Antonio, Franco, y otros militares los golpistas? No obstante, no habrán oido ni una palabra en contra de esta actitud continuada, ni tampoco que haya que dignificar nada de este señor por la sencilla razón que participan de la misma ideología. Por otra parte, recordar que: 

*Se implicó falazmente a José Antonio en el intento de asesinato del prócer masón Luis Jiménez de Asúa, pero en represalia detuvieron a casi todos los miembros de FE con el fin de destruir a la organización. El 13 de Julio de 1936 asesinaron a José Calvo Sotelo, exministro y, en aquel momento con inmunidad parlamentaria por ser diputado por Orense. No obstante, en el secuestro y asesinato de Calvo Sotelo, no fueron detenidos los autores a pesar de estar suficientemente identificados. Se trataba de matones de la personalísima escolta de Indalecio Prieto, conocida por la temible Motorizada. Uno era el capitán Condés, de la Guardia Civil y el otro el teniente Moreno, de Asalto junto a sus compañeros, también de Asalto, el teniente Lupión y el teniente Barbeta, todos armados con metralletas y pistolas acompañados por algunos guardias más de asalto todos afines al partido socialista, bajo el mando del mencionado capitán de la Guardia Civil, en situación de expectativa de destino desde hacía meses, Fernando Condés, masón, socialista e instructor militar de este grupo de facinerosos.

 
*El autor material de los dos disparos en la nuca, al más puro estilo chequista, que acabaron con la vida del diputado monárquico, fue el pistolero profesional, miembro de aquella siniestra banda de matones, llamado Victoriano Cuenca que se desplazaron en el coche 17 de la brigada de Asalto.¿Por qué conociendo los autores no se les implicó judicialmente? Quizá porque fue consecuencia de la amenaza de Dolores Ibarrri en el Congreso cuando señaló a Calvo Sotelo diciendo: ‘Has hablado por última vez’». Y, diligentemente la amenaza fue cumplida y los asesinos efusivamente felicitados por Ricardo Burillo Stholle,de la  Unión Militar Republicana Antifascista ,comandante del 2º Grupo de Asalto, con sede en el Cuartel de Pontejos en Madrid. Todos debidamente identificados por ellos mismos que se enorgullecieron del asesinato. No fueron ni enjuiciados. Eran de los suyos, con eso basta….Y hablan de dignificación… 

En octubre, Primo de Rivera, su hermano, su cuñada y varios carceleros eran acusados de conspiración contra la Segunda República y rebelión militar, acusaciones que insistió en negar, alegando incomunicación en prisión. Llevaba cinco meses en la cárcel. El 3 de octubre se inició el sumario contra sus dos hermanos, Miguel y su cuñada, Margarita Larios, y varios carceleros. La acusación era la de conspiración y rebelión militar, lo que conllevaba la pena de muerte. El Tribunal Supremo nombró a Eduardo Iglesias Portal, magistrado de la Audiencia de Madrid, para llevar la causa y el 11 de octubre se iniciaron los interrogatorios de acusados y testigos. José Antonio Primo de Rivera compareció por primera vez ante el tribunal el 3 de noviembre, negando todos los cargos. La vista oral tuvo lugar los días 16 y 17 de noviembre. El jurado, integrado por catorce miembros, ​ se retiró a deliberar y tras cuatro horas, a las dos y media de la madrugada, salieron con el veredicto de culpabilidad. José Antonio Primo de Rivera fue condenado a muerte por conspiración, su hermano Miguel a cadena perpetua por el mismo delito y Margarita Larios a seis años y un día como colaboradora. En el mismo juicio se absolvió a los tres carceleros que estaban acusados de complicidad. El Tribunal Supremo confirmó la condena, pese a los intentos por parte del gobernador civil Francisco Valdés Casas de evitar la ejecución. Esta fue programada para la mañana del 20 de noviembre de 1936 y según recoge el investigador y periodista José María Zavala en su libro ‘Las últimas horas de José Antonio’, la ejecución no fue en ningún momento precedida por la reglamentaria orden de «fuego», sino que se efectuaron disparos «a capricho», de manera repetida, en varias descargas, a unos tres metros de distancia del falangista. Zavala define la ejecución como una «carnicería», utilizando también el testimonio de un empresario uruguayo que la habría presenciado personalmente, Joaquín Martínez Arboleya, quien bajo el seudónimo de Santicaten ya había contado los pormenores del fusilamiento de Primo de Rivera en una obra publicada en Montevideo en 1961 bajo el título ‘Porque [sic] luché contra los rojos’.

Su testamento (sólo unos párrafos significativos de su personalidad):

….“Condenado ayer a muerte, pido a Dios que si todavía no me exime de llegar a ese trance, me conserve hasta el fin la decorosa conformidad con que lo preveo y, al juzgar mi alma, no le aplique la medida de mis merecimientos, sino la de su infinita misericordia.

 Me asombra que, aun después de tres años, la inmensa mayoría de nuestros compatriotas persistan en juzgarnos sin haber empezado ni por asomo a entendernos y hasta sin haber procurado ni aceptado la más mínima información. 

Si la Falange se consolida en cosa duradera, espero que todos perciban el dolor de que se haya vertido tanta sangre por no habérsenos abierto una brecha de serena atención entre la saña de un lado y la antipatía de otroQue esa sangre vertida me perdone la parte que he tenido en provocarla, y que los camaradas que me precedieron en el sacrificio me acojan como el último de ellos….

….Ayer, por última vez, expliqué al Tribunal que me juzgaba lo que es la Falange. Como en tantas ocasiones, repasé, aduje los viejos textos de nuestra doctrina familiar. Una vez más, observé que muchísimas caras, al principio hostiles, se iluminaban, primero con el asombro y luego con la simpatía. En sus rasgos me parecía leer esta frase: «¡Si hubiésemos sabido que era esto, no estaríamos aquí!» Y, ciertamente, ni hubiéramos estado allí, ni yo ante un Tribunal popular, ni otros matándose por los campos de España. No era ya, sin embargo, la hora de evitar esto, y yo me limité a retribuir la lealtad y la valentía de mis entrañables camaradas, ganando para ellos la atención respetuosa de sus enemigos. Para mí, aparte de no ser primer actor en cuanto ocurre, hubiera sido monstruoso y falso entregar sin defensa una vida que aún pudiera ser útil y que no me concedió Dios para que la quemara en holocausto a la vanidad como un castillo de fuegos artificiales. Además, que ni hubiera descendido a ningún ardid reprochable ni a nadie comprometía con mi defensa, y sí, en cambio, cooperaba a la de mis hermanos Margot y Miguel, procesados conmigo y amenazados de penas gravísimas.  No era ya, sin embargo, la hora de evitar esto, y yo me limité a retribuir la lealtad y la valentía de mis entrañables camaradas, ganando para ellos la atención respetuosa de sus enemigos….

…Hasta que, hace cinco o seis días, conocí el sumario instruido contra mí, no he tenido noticia de las declaraciones que se me achacaban, porque ni los periódicos que las trajeron ni ningún otro me eran asequibles. Al leerlas ahora, declaro que entre los distintos párrafos que se dan como míos, desigualmente fieles en la interpretación de mi pensamiento, hay uno que rechazo del todo: el que afea a mis camaradas de la Falange el cooperar en el movimiento insurreccionar con «mercenarios traídos de fuera«. Jamás he dicho nada semejante, y ayer lo declaré rotundamente ante el Tribunal, aunque el declararlo no me favoreciese. Yo no puedo injuriar a unas fuerzas militares que han prestado a España en África heroicos servicios. Ni puedo desde aquí lanzar reproches a unos camaradas que ignoro si están ahora sabia o erróneamente dirigidos, pero que a buen seguro tratan de interpretar de la mejor fe, pese a la incomunicación que nos separa, mis consignas y doctrinas de siempre. Dios haga que su ardorosa ingenuidad no sea nunca aprovechada en otro servicio que el de la gran España que sueña la Falange.

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Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civilesOjalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas calidades entrañables, la Patria, el Pan y la Justicia.

….Creo que nada más me importa decir respecto a mi vida pública. En cuanto a mi próxima muerte, la espero sin jactancia, porque nunca es alegre morir a mi edad, pero sin protesta. Acéptela Dios Nuestro Señor en lo que tenga de sacrificio para compensar en parte lo que ha habido de egoísta y vano en mucho de mi vida. Perdono con toda el alma a cuantos me hayan podido dañar u ofender, sin ninguna excepción, y ruego que me perdonen todos aquellos a quienes deba la reparación de algún agravio grande o chico. Cumplido lo cual, paso a ordenar mi última voluntad en las siguientes CLÁUSULAS

   Primera. Deseo ser enterrado conforme al rito de la religión Católica, Apostólica, Romana, que profeso, en tierra bendita y bajo el amparo de la Santa Cruz….(Era un caballero cristiano….demasiado para los masones de entonces y los de ahora…)

_*_*_*_*_*_

Una última reflexión:

*Llama la atención la sincronía que el despotismo iletrado utiliza en las exhumaciones respecto a las elecciones: la de Franco dos semanas antes de las elecciones generales del 10 de noviembre de 2019, la de José Antonio un mes y cuatro días antes de las municipales y comunitarias del 28 de mayo….¿Qué preparán  para las próximas generales que se celebrarán en diciembre? Conociendo su masónica aversión a la Iglesia, ya han amenazado con desacralizar la Basílica con lo cual vuelven de nuevo a las acciones que tanto soliviantaron a aquellos que se enfrentaron a quienes convirtieron los recintos sagrados que no incendiaron, en salones de baile y hasta en cuadras, ¿Expulsarán a los monjes benedictinos y destruirán hasta la Cruz? ¿Los del progreso retroceden al 36?

* ¿Y la Iglesia? ¿recordará la Conferencia Episcopal, las Iglesias, monasterios y pinturas, esculturas y objetos sacros robados o destrozados y, sobre todo, a tantos sacerdotes, religiosos, monjas y seglares torturados y asesinados por defender la fe? Porque nosotros, humildes seguidores de Cristo y de su Palabra, si ellos callan, gritaremos Su Verdad hasta enronquecer, pero necesitamos buenos y valientes pastores, que no miren para otro lado y salgan a dirigir a la grey católica española que cada vez está más desorientada. Recordemos la frase de Jesús que nos transmitió Lucas (19:40-44):

¡¡SI ELLOS CALLAN, GRITARÁN LAS PIEDRAS!!

NOTAS

  • 1-  La derecha monárquica autoritaria y la oligarquía financiera vieron en el fascismo el medio de frenar estos movimientos de las organizaciones de izquierda y procurando la existencia de un partido fascista español, financiaron y promovieron estos intentos. De todos ellos, el único que pervivía en 1933 era las JONS, y esto con apenas unos centenares de afiliados después de dos años de actividad. En el acuerdo al que se llegó con las JONS, incluía como contrapartida a su financiación no atacar a la monarquía y no oponerse a una posible restauración borbónica. En el caso de Falange Española se llegaría a unos acuerdos más amplios que incluyeron acuerdos sobre la actividad y programa del futuro partido. Los acuerdos se firmaron en la localidad madrileña de El Escorial en el verano de 1933, unos meses antes de la constitución del nuevo partido —del que todavía no se había decidido su nombre. En los encuentros participaron, al menos, Pedro Sainz Rodríguez como representante de Renovación Española y canalizador de las ayudas (también llegaban fondos del empresariado vasco no nacionalista encauzados por José María de Areilza), y José Antonio Primo de Rivera y Alfonso García Valdecasas por parte de la futura Falange Española.​ En el acuerdo, el nuevo partido se compromete a informar a Renovación Española sobre sus proyectos políticos, a consultar con ellos aquellos que pudieran afectarles, y se redactan diez puntos en los que se define lo que será, en su caso, el tipo de Estado resultante, legitimando también el uso de la violencia. 
  • (2)  En Guerra y vicisitudes de los españoles

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Licenciada en Geografía e Historia, fue profesora hasta su jubilación.

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