Por Lisa Correnti
(C-Fam) La Unión Europea y Estados Unidos se han visto desbordados diplomáticamente por países de ideología conservadora en la recién concluida Comisión de Población y Desarrollo de la ONU.
La Unión Europea y la Organización de las Naciones Unidas querían imponer la iniciación sexual de los niños en un tratado sobre educación. Este esfuerzo ha fracasado debido a las inteligentes tácticas de un grupo unido de África y de delegados de otras partes del mundo.
En el 56º período de sesiones de la Comisión de este año, la administración Biden, la Unión Europea, los países nórdicos, Canadá, Australia, México y algunos otros países confiaban poder forzar la “educación sexual integral” en el documento. Esto ha sido rechazado sistemáticamente desde 2014 debido a que incluye el aborto y la iniciación de los niños a diversas prácticas sexuales.
El borrador final del documento se envió a las 22:30 de la noche anterior a la adopción de acuerdos, una estratagema habitual de los países occidentales para dejar muy poco tiempo de margen a los demás países para analizar la nueva jerga y hablar con sus respectivos gobiernos para obtener instrucciones.
Estos documentos suelen aprobarse por “consenso”, bajo el supuesto de que todo el mundo está de acuerdo. Sin embargo, abundaron los rumores de que la Comisión Moldava, en colaboración con la Unión Europea, permitiría celebrar una votación, lo que básicamente obligaría a incluir el polémico texto en el documento.
Esta inusual ruptura con las reglas habituales puso de manifiesto hasta qué grado están dispuestos a llegar los países occidentales y las agencias de la ONU para conseguir que sus organismos reciban el mandato de promover la autonomía sexual y la diversidad de expresión de género en todo el mundo.
Varias delegaciones de África, Asia, Oriente Medio y Europa Oriental convocaron una reunión de emergencia que duró casi toda la noche. La reunión derivó en una coordinación crucial entre los países afines sobre qué hacer con los párrafos controvertidos, incluido uno nuevo que perjudicaba los derechos de los padres.
La presencia de altos funcionarios estadounidenses en la sala de conferencias el viernes por la mañana denotaba la confianza que tenía el gobierno de Biden en que el documento sería aceptado.
Sin embargo, en cuestión de minutos, el control del debate pasó a manos de los 22 países conservadores que habían sido vilipendiados a lo largo de las 3 semanas de negociación.
En lugar de debatir la cuestión de fondo de los polémicos términos, un delegado tras otro interrogaron a la Comisión Moldava sobre los insólitos procedimientos. Durante las tres horas siguientes, decenas de países tradicionalistas tomaron la palabra como parte de una estrategia bien ejecutada que mostraba a las claras cómo se había puesto en peligro el espíritu de la ONU y cuestionaba la legitimidad del proyecto. En consecuencia, al Presidente no le quedó más remedio que retirarlo.
Los países criticaron respetuosamente a la Comisión Moldava por su papel en la presentación de un texto que tenía claras líneas rojas, así como por su desprecio de las normas procedimentales. Los países reprocharon que el texto se presentara con menos de las obligadas 24 horas de antelación previas a su aprobación, que se incluyera texto nuevo nunca antes sometido a debate y que no se tradujera a las lenguas vernáculas requeridas.
“El inglés no es la lengua materna de todas las delegaciones”, dijo un delegado de Senegal, país predominantemente francófono. “La lengua es sutil”, repitió tres veces para poner de relieve los problemas de traducción que tienen los delegados de países donde el inglés no es la lengua materna.
Incluso países africanos que se habían escindido del Grupo Africano y alineado con Estados Unidos y la Unión Europea en cuestiones de sexualidad cerraron filas con sus socios del continente. Sudáfrica pidió al presidente que concediera una sesión por la tarde para intentar alcanzar un consenso, y un delegado de Ghana se retractó de una declaración realizada en apoyo de la educación sexual integral en la sesión de la mañana.
La falta de consenso, incluso entre los distintos países, cogió totalmente por sorpresa a los delegados occidentales, y algunos hicieron vanos intentos de salvar el documento que tanto ansiaban imponer. Por ejemplo, el embajador canadiense tomó la palabra para compartir una historia personal sobre la importancia de la educación sexual, contando cómo su madre le había recordado que metiera preservativos en la maleta antes de realizar un viaje cuando contaba 16 años de edad.
El embajador Moldavo levantó la sesión de la mañana e indicó que se reanudaría a las 15.00 horas. Las consultas efectuadas durante la pausa dieron paso a la declaración de apertura del Presidente, que anunció la retirada del documento. Fue un momento agridulce para los países tradicionalistas, que querían obtener un documento sobre la educación de sus hijos. Sin embargo, parecía que la Unión Europea y Estados Unidos estaban dispuestos a sacrificar la educación en aras de los “derechos” sexuales.
Los países tradicionalistas mantienen la esperanza de que este último avance fomente un mayor respeto por la soberanía nacional y las diferencias culturales.
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