Voy a intentar responder a un artículo titulado Ni Occidentales ni hispanoamericanos, americanos del sur del coronel Pissolito, que me acaba de llegar y que menciona de entrada mi libro Hispanoamérica contra Occidente (1996, 2022).
El coronel Pissolito es un amigo, un estudioso de la ciencia de la guerra y además es coronel del Ejercito Argentino, por lo cual le debo respeto por estas tres razones. Por amigo, por estudioso y por su investidura. Voy a limitarme a razones filosóficas.
Ya el título del artículo es erróneo y confuso, pues nosotros, los argentinos somos occidentales, somos de raigambre hispana y estamos en América del Sur, pero definirnos como suramericanos, si bien nos ubica geográficamente nada nos dice acerca de lo que somos. La geografía como todas las ciencias privilegian el uso de términos unívocos, aquellos que poseen una sola significación para evitar confusiones y así poder inteligir sin tropiezos aquello de lo que se habla o investiga.
Este error, el de estudiar conceptos analógicos, con términos unívocos o equívocos es un error muy común.
Nosotros tendríamos que definirnos, como muy bien dice el Coronel, como “americanos”, como lo hacía San Martín, pero resulta que los norteamericanos se han apoderado del término y ellos se definen con exclusividad como “americanos”. En este sentido nos pasó lo mismo que a las mujeres respecto del varón, éstos se quedaron con el término hombre, cuando tanto ellas como nosotros somos homo/nis=hombres.
Entonces la expresión América de Sur o suramericanos (nunca sudamericanos que es una imposición francesa) de nosotros solo nos da la ubicación geográfica.
Ya en el artículo, el Coronel hablando de los nombres que no han aplicado a los americanos habla de Cristiandad cuando el concepto no tiene que ver con el tema tratado, es como si hablando del calentamiento global seguimos hablando del aborto, o de la cotización del dólar.
La Cristiandad es el orden social y político que se dieron los cristianos en la Edad Media, meterla de rondón hablando de nuestra denominación es un razonamiento que en lógica se denomina inatingente, que no tiene nada que ver con lo se habla o estudia.
En filosofía existe un principio metodológico que siempre hay que tener en cuenta: distinguere ut unguere: distinguir para unir,y eso es lo que hay que hacer hablando de lo hispano.
Este primeriso libro mío, citado por el Coronel, surgió de una conferencia en Francia junto a Julien Freund, Alain de Benoist y Guillaume Faye y de un intercambio con un grande de España allá por los años 80, y con seguridad uno de los mayores pensadores de lo político y la política del siglo XX, Gonzálo Fernández de la Mora. El ilustre español me hizo notar que la hispanidad consistía en la monarquía española y la religión católica a lo que respondí que si bien eso era válido para España no lo era para América, pues nosotros no tenemos monarquía y lo católico no es un rasgo específico de lo hispano porque tanto o más católicos son los polacos o los irlandeses.
Lo hispano para nosotros está constituido por un mundo de valores en donde la jerarquía, la objetividad de los valores, el peso de la palabra empeñada y la libertad como irreverencia nos determinan en la historia del mundo “como somos”. Su respuesta fue en una breve esquela (no existía el Internet) “comprendo sus razones”. Un grande.
Estos son los rasgos de lo hispano expresado en arquetipos como el gaucho, el llanero, el huaso, el boriqua, el cholo, el montuvio, etc. que Nuestra América dio por doquier. Hoy estos arquetipos ya casi no existen físicamente pero existen en el alma criolla de nuestros pueblos.
Cuando hablamos de lo hispano lo hacemos teniendo en cuenta un mundo de valores antropo culturales en donde se destaca la cultura del mediterráneo imbricada con las culturas indígenas. Decía Bolívar: No somos ni tan españoles ni tan indios. Nada más erróneo que pensar desde Argentina lo hispano como “una gallegada”, tal como suelen hacer aquellos cuyos apellidos no son españoles. Lo hispano involucra a todos, a hijos y entenados en América, a descendientes de franceses, italianos, sirios, libaneses, griegos, montenegrinos, rumanos, etc., y eso es porque lo hispano es el vehículo de toda la cultura del mare nostrum y no solo la española.
Y el vehículo es la lengua castellana, porque el hombre piensa a través de ella.
Acá tendría que hablar sobre el tema de la motivación de lo hispano que se apoya en lo que consideramos importante: los valores, el bien objetivo para la persona y los subjetivamente satisfactorio. Solo lo enuncio pues su desarrollo me lleva un libro.
Me salteo gran parte del artículo del Coronel porque es una retahíla de lugares comunes, de lo fijado por el pensamiento único como que somos hijos batardos, o sudacas o que eramos colonias, o que ningunearon las universidades, etc., y voy directamente a la conclusión.
La política no es solo el arte de lo posible como definiera el gran Leibniz (1646-1716), sino que “la política es el arte de hacer posible lo necesario” como mejor define Charles Maurras.
Como me nombra a mi y a Marcelo Gullo como intelectuales que queremos una vuelta a la Hispanidad tengo que decirle que ni yo ni Gullo queremos eso pues la Hispanidad no es un recipiente ni una época sino una ecúmene existencial de las cinco o seis que existen y que hacen que el mundo no sea un universo liberal sino un pluriverso donde viven y conviven las distintas ecúmenes que lo componen. Cuando se habla de pluralidad cultural es esta última la genuina: la relación y respeto entre ellas. El resto es cartón pintado.
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