El joven judío Alfonso Ratisbona se encontraba de viaje en Roma con su amigo, el barón de Bussieres, el cual le contó los milagros que se estaban produciendo a través de la medalla Milagrosa revelada a Catalina Labouré y le insistió en que se la colocase en el cuello además de rezar la oración del Acordaos, a lo que acabó accediendo. Al día siguiente ambos entraron en una iglesia y mientras el barón encargaba una misa en la sacristía, Alfonso se quedó en el templo admirando las obras de arte cuando de pronto un altar dedicado a San Miguel se llenó de luz y se le apareció majestuosa la Virgen María, tal como está en la medalla que llevaba en el cuello. Ella no le dijo nada, pero él lo entendió todo y se convirtió al catolicismo.
La fisonomía de Ratisbonne es de una persona que tomo una resolución firme. El porte, el cuerpo, todo el conjunto es de un hombre posante, que enfrenta cualquier dificultad. Hasta por la postura de las manos y de los brazos se percibe un hombre de decisión fuerte.
No aparenta ninguna introspección, está completamente puesto en el mundo exterior, en la objetividad, en la verdad. Sin devaneos, pues entiende que la vida no está hecha de ilusiones, tiene el garbo de un gigante en la presencia de Dios. Estos aspectos revelan su grandeza de alma.
Este sacerdote tiene algo de bíblico, Moisés podría ser así. Ver esta foto hace bien, como la del también sacerdote Chárbel Makhlouf. Pero la fisonomía de Chárbel recuerda a la de un profeta, mientras que la de Ratisbonne se parece mucho a la de un legislador.
Como leyenda de esta fotografía se podría escribir: El varón a quien se le apareció Nuestra Señora del Milagro en la Basílica Sant Andrea delle Fratte de Roma, el 20 de enero de 1842.
De esa aparición resultó su conversión instantánea de enemigo de la Iglesia católica en su fervoroso apóstol, que impregnó su fisonomía con algo de exorcizante. Mil murciélagos y mariposas de la duda, de la incerteza, de la moleza, de la introspección y de la codicia huyen de su presencia.
Es un verdadero católico, ni un poco tonto, pues sabe lo que desea. Comprende totalmente la malicia de los revolucionarios y como debe ser el combate a los malos.
Era un hombre riquísimo, banquero y abogado, frecuentaba la mejor y más alta aristocracia. Su conversión del judaísmo al catolicismo a los 27 años le sacó de ese ambiente para hacerse sacerdote. Fundó la Congregación de Nuestra Señora de Sion para la conversión de los judíos. El amor que se tenía a sí mismo lo transfirió a Dios Nuestro Señor, con todas sus potencialidades puestas enteramente al servicio del amor de Dios.
Este artículo se publicó originalmente en https://plineando.blogspot.com/
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