La llamada “táctica del terreno común”, cuando es empleada no a título excepcional, sino de manera frecuente y habitual, es la canonización del respeto humano y lleva al fiel a disimular su fe. Es la violación declarada de estas palabras del adorable Maestro: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los Cielos”.
En cuanto al consejo que se daba en ciertos ambientes católicos, de ocultar a los fieles la aspereza de la vida espiritual y las luchas interiores que conlleva, cómo es diferente el procedimiento del Salvador. A las almas que deseaba atraer, les decía esta terrible verdad: “Desde los días de Juan, el Bautista, hasta ahora el reino de los Cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan”. Y declaraba también: “Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida eterna, que ser echado con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.
Pero, se podrá objetar, ¿este lenguaje no repele a las almas? A las almas duras, frías, tibias, sí. Pero si Nuestro Señor no quiso tener entre los suyos a tales almas, y usó un lenguaje apto para desviar de sí a esos elementos inútiles, ¿queremos nosotros ser más sabios, más blandos y más compasivos que el Hombre Dios, y llamar hacia nosotros a los que él no quiso?
Hay en nuestros días muchos espíritus que se contentan tan fácilmente, que consideran católico de los más auténticos y dignos de confianza, a cualquier político que hable de Dios en uno u otro discurso. Es la táctica de ver sólo lo que nos une y no lo que nos separa. Habría que decirle a uno de aquellos volubles “deístas”, en ciertos círculos liberales, estas terribles palabras del Apóstol Santiago: “Tú crees que hay un solo Dios. Haces bien. Hasta los demonios lo creen y tiemblan”. Ésta es la conducta del cristiano, cuyo espíritu santamente altivo no tolera subterfugios ni sinuosidades en materia de profesión de fe.
Este artículo se publicó originalmente en https://plineando.blogspot.com/
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