En 1989 el ejército comunista chino realizó la masacre en la plaza de Tiananmén de Pequín reprimiendo las protestas de estudiantes y trabajadores contra la miseria y la dictadura maoísta.
El 29 de abril 50.000 estudiantes acudieron a las calles haciendo caso omiso de los avisos disuasorios realizados por las autoridades.
El 4 de mayo unos 100.000 estudiantes y obreros salieron a la calle pidiendo libertad de expresión. El día 13 grandes grupos de estudiantes ocuparon la plaza de Tiananmén y emprendieron una huelga de hambre.
El día 20 el Gobierno declaró la ley marcial y en la noche del 3 de junio envió los tanques y la infantería para disolver la protesta. Aunque el Gobierno ordenó a todos los civiles que permanecieran en sus casas mediante comunicados en televisión y megafonía, las amenazas no fueron tenidas en cuenta y muchos manifestantes pacíficos fueron alcanzados por los disparos de los soldados provocando enormes bajas civiles. La entrada de las tropas en la ciudad fue acogida con la oposición activa de muchos ciudadanos cuya resistencia causó bajas entre los militares. Los ciudadanos construyeron grandes barricadas en las carreteras que ralentizaron el avance de los tanques, pero la plaza quedó vacía en la noche del 4 de junio. El combate continuó en las calles que rodeaban la plaza, con los manifestantes acosando repetidamente a las tropas armadas que respondieron con fuego de armas automáticas. Las estimaciones de las muertes ascendieron a 2.700 e innumerables heridos. En Pequín la mayoría de los estudiantes participaron en las protestas con el apoyo de sus profesores y otros intelectuales. Los estudiantes rechazaron las asociaciones oficiales estudiantiles controladas por el Partido Comunista y establecieron sus propias asociaciones. En otras ciudades como Shanghái y Hong Kong se consiguieron grandes apoyos de solidaridad con las víctimas.
Tras la masacre, el Gobierno emprendió un gran número de arrestos y fusilamientos para aniquilar a los activistas de las protestas, expulsó a la prensa extranjera y censuró estrictamente la cobertura de los acontecimientos en la prensa del país.
Tan cruel represión de la libertad causó la condena internacional al Gobierno de la China comunista. La misma, por cierto, con la que ahora los gerifaltes occidentales negocian encantados y estrechan sus manos manchadas de sangre. A cambio, ellos nos corresponden con la guerra bacteriológica y respaldando sin restricciones la agresión rusa a Ucrania, así como su amenaza nuclear al mundo libre.
Este artículo se publicó originalmente en https://plineando.blogspot.com/
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