El batallador contrarrevolucionario puesto en el orden temporal lucha contra el demonio y al luchar contra el demonio va explicitando un ideal cada vez más elevado y tiene una finalidad continuamente sobrenatural en esta batalla.
Es más, así como hay una escuela de ser católico en función del orden temporal, hay también una escuela de como pertenecer al orden temporal con los ojos puestos en la Iglesia.
Lo que aquí se afirma es el principio de que un orden temporal digno de ser vivido, es un orden temporal en el que el hombre es más que nada profundamente contemplativo sobre las cosas temporales con las que se encuentra. Y que las cosas temporales no existen, principalmente, para su finalidad temporal, sino que existen, sobre todo, porque todas contienen principios de orden, que son comunes también a la esfera espiritual, y contienen realidades que son analogías de las realidades espirituales. Por lo que hay en el orden temporal una belleza de ser y una belleza de relaciones, de ordenación, que el hombre del orden temporal debe más que nada contemplar, más que cualquier otra preocupación y contemplar porque él tiene esto que caracteriza al espíritu contemplativo, que es parar, mirar y decir ¡cómo tal cosa es verdadera, cómo es buena, cómo es bella! o ¡cómo es falsa, cómo es equivocada y cómo es fea! Estar continuamente discerniendo entre verdad y error, bien y mal, bello y feo, parando delante de lo que es verdadero, bueno y bello, y extasiándose.
Entonces, el hombre que vive dentro de la vida temporal, no está hecho para hacer y hacer, ni para ganar y ganar, sino que está hecho sobre todo para acompañar las cosas como el Evangelio decía de Nuestra Señora: guardar esas cosas y conferirlas en su corazón. Corazón quiere decir en la cogitación, en su mente. Debe ser profundamente contemplativo, principalmente contemplativo y que por eso pasa de lo temporal a lo espiritual fácilmente y vuela en los cielos de la espiritualidad.
La Contrarrevolución habita en lo alto de la ojiva, donde los dos órdenes se encuentran.
A la sociedad civil hay que darle la lección de que se debe ser un contemplativo principalmente. Y a los eclesiásticos que deben comprender que no basta su esfera eclesiástica, sino que deben formar hombres para entender y portarse bien en la esfera civil. La Contrarrevolución es la abrazadera que sujeta las dos esferas y evita la separación, la dilaceración de la obra de Dios.
Este artículo se publicó originalmente en https://plineando.blogspot.com/
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