Denis Collin
No muy numerosos, pero muy ruidosos, bien implantados en los medios de comunicación y en «el mundo de la cultura», influyentes en la universidad por su capacidad de aterrorizar a los profesores, los movimientos LGBTQIAA+ reivindican sus «derechos» urbi et orbi y la mayor parte de la «izquierda», buena parte de la derecha y del centro se doblegan, desafiando a la opinión popular. ¿Qué derechos pueden tener estos movimientos, con sus múltiples subdivisiones en las que es fácil perderse?
Hagamos primero balance. Lesbianas y Gays (LG) no tienen nada que reclamar desde que se abolieron las últimas leyes contra la homosexualidad y se introdujeron el «matrimonio para todos» y la inseminación artificial a la carta. En cuanto a los «Bi» (B), volvemos al caso anterior. Estar «a vela y a vapor» es, después de todo, ¡un comportamiento muy antiguo! Es difícil ver a personas «Bi» pidiendo matrimonio a personas «Bi», porque las personas «Bi» no pueden formar una pareja, sólo un «trouple». Obsérvese que, por las mismas razones que se dan para el matrimonio gay, deberíamos aceptar los «trouples» y la poligamia al mismo tiempo… ¿Es ésta la connivencia secreta que une a las personas LGBT… con los muy puritanos islamistas? En cuanto a las personas Trans (T), la principal reivindicación no es la de operaciones de «reasignación de género» (extirpación de los genitales e injerto por todo tipo de medios de artefactos que imitan burdamente el sexo al que se quiere adscribir), ya que, en primer lugar, esas operaciones son posibles y se practican desde hace tiempo para los hermafroditas, y en segundo lugar, no se trata de cambiar de género, sino de cambiar de sexo en sentido estricto. La reasignación de sexo, como ya ocurre en algunos países como España y como quiere imponer la LFI, es simplemente la liquidación pura y simple del estado civil: si se puede cambiar de «sexo» a voluntad, ¿por qué no se van a poder cambiar los demás elementos del estado civil? Puede sentirse mal por haber nacido de tal o cual progenitor, puede no gustarle su fecha de nacimiento (¡por ejemplo, adelantarla dos años para evitar las consecuencias de la reforma de las pensiones!) Volveremos sobre esta cuestión más adelante, porque es muy grave, socava todos los fundamentos de la civilidad y permite calificar a sus promotores, en el mejor de los casos, de demagogos irresponsables, en el peor, de organizadores conscientes de la dislocación de todas las formas de organización social. En cuanto a los demás, las cosas son muy sencillas: no tienen absolutamente nada que pedir. Los maricones (Q) no están discriminados en modo alguno, ya que cualquiera puede hacer sus cosas de maricón cuando le apetezca. Los indecisos (I) no pueden pedir nada porque son indecisos. Los asexuales pueden hacerse monjes y monjas si quieren, están contratando en ese sector. Me habré olvidado de algunos. A veces en la lista aparecen autosexuales, seguidores exclusivos del placer solitario que no pueden pretender casarse con ellos mismos. En resumen, todos estos supuestos derechos no son más que una farsa, sin duda ideada por Alfred Jarry o Ionesco. Pero en este caso se trata de una broma de muy mal gusto.
Hay que añadir que estos derechos se contradicen entre sí. Varios autores han demostrado que los «derechos» de las personas trans entran en conflicto con los derechos de las mujeres y las lesbianas en particular. Los homosexuales exigen que no vayamos a por ellos alegando que prefieren vivir y compartir sus camas con personas de su mismo sexo. Algo que parece ser casi tan antiguo como la propia humanidad.
Hablando en serio, Freud y algunos otros llevan mucho tiempo pensando en la bisexualidad fundamental del ser humano, situación ya conocida por los escritores de la Biblia, pues el Génesis indica que Dios creó al hombre «varón y hembra»… Fue Pablo (Gálatas) quien indicó que para los que entran en la comunidad de Cristo, ya no hay varón y hembra… El deseo homosexual es un hecho evidente y sólo los mentirosos o las personas de mala fe pueden negarlo. Las fluctuaciones del alma entre las partes masculina y femenina de cada uno de nosotros también están bien «documentadas» tanto en la literatura como en la psicología. Como con todas las neurosis, podemos intentar curarlas o acostumbrarnos a vivir con ellas. Las personas H (histéricas) no están en la lista, como tampoco lo están las personas depresivas. En cuanto a la negación de la realidad, es la marca clásica no de la neurosis, sino de la psicosis.
La verdad es que las personas LGBTQQIAA+ no tienen ningún derecho que reclamar. Las personas que quieren encajar a toda costa en una de estas cajas tienen derechos humanos sin reservas, garantizados por la Constitución y por los acuerdos internacionales que Francia ha firmado. Estos derechos humanos incluyen el derecho a disponer del propio cuerpo (¡sin automutilación médicamente asistida!) y a mantener relaciones sexuales según los propios gustos o la propia complexión, respetando obviamente las normas básicas, en particular el respeto a la integridad de la pareja o parejas y las leyes que rigen la protección de los menores. Pero que yo sepa, los sádicos (S) y los masoquistas (M) aún no se han incluido en el alfabeto LGBTQQIAA+. En cuanto a los pederastas, después de haber tenido su momento de gloria en los años setenta y ochenta, ahora están relegados al basurero de la historia. Los derechos reivindicados por estas supuestas minorías sexuales no son más que pamplinas y como tales deberían ser tratados por cualquier político digno de tal nombre.
Entonces, ¿qué son estos movimientos LGBTQQIAA+? ¿Manifestaciones de un ineludible «progreso»? Desde luego que no. Son manifestaciones de la descomposición y putrefacción de la sociedad capitalista avanzada -demasiado avanzada, como decimos de un queso que empieza a arrastrarse con gusanos. Que las clases dominantes alienten estos movimientos no es de extrañar. El capital necesita consumidores indiferenciados, «hombres sin atributos», a los que vender toda una gama de productos derivados. Necesita vender productos farmacéuticos y cirugía, el bricolaje «médico» tan útil para avanzar en la «fábrica humana», es decir, hacia la mercantilización total. El capital necesita una sociedad en la que la decencia común haya sido erradicada, una sociedad formada en gran parte por plebeyos atiborrados de juegos baratos y distracciones. Los ruidosos movimientos que encarnan las llamadas reivindicaciones, y los políticos que los apoyan, forman parte de la maquinaria al servicio de la supervivencia del capital. Ni más ni menos.
Este artículo se publicó originalmente en francés en https://la-sociale.online/spip.php?article979
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