¿Qué viene a ser consumir? La primera idea que viene a la mente es la de comer, lo cual realmente está incluido en el concepto de consumo. Sin embargo, consumir significa también tener en la vida otros placeres, no necesariamente los del magnate de Mammón, quien tiene abiertas las puertas del alto consumo, sino placeres que proporcionan bienestar al hombre, en una proporción mayor o menor, conforme a las apetencias de su naturaleza. La palabra consumir abarca por lo tanto el conjunto de aquello que apetece a las justas temperancias de la naturaleza humana. En el ámbito del consumo de una ciudad pueden existir bienes que de ninguna manera son necesarios para matar el hambre y que a rigor no son indispensables para vivir, como por ejemplo tres o cuatro grandes teatros, en los cuales haya permanentemente exhibiciones artísticas de gran valor, a los que una parte de la población, aficionada a esos espectáculos, asiste. Consumir no es sólo comer. En el mismo orden de ideas estaría un óptimo museo, una galería de arte, un excelente ferrocarril suburbano. El concepto de consumo incluye, pues, todo aquello que es indispensable para que el hombre pueda vivir, pero incluye también lo conveniente y en lo conveniente, hasta lo superfluo, que hace la vida agradable. Una madre de familia entra en una tienda y ve una figura de porcelana representando una joven sentada sobre un baúl, juzga que sería agradable tenerla en el centro de la mesa de su comedor y la compra: ella consumió. No se comerá esa porcelana, la adquirió sólo para que todos la miren. Sin embargo, es un verdadero consumo.
Así va naciendo una tesis que si la analizamos con atención se nota enseguida su cuño característicamente socialista. Dado que unos tienen mucho y otros tienen poco, es necesario que los que tienen mucho se queden sólo con lo indispensable para vivir y den todo lo superfluo a los demás. Porque si poseen objetos de lujo, de confort, con eso consumen mucho. Correlativamente comen mucho, beben mucho, gozan de vacaciones, cuando viajan lo hacen en avión, preferentemente en avión propio, poseen campo de aviación en su propiedad rural, helipuerto en el jardín de su casa, etc.
Según una concepción muy difundida el mundo se divide en dos partes: las naciones ricas y las naciones pobres. Es una dicotomía ilusoria. Frente al anticonsumismo retrógrado, debemos propugnar un consumismo sensato, proporcionado, en que las naciones más ricas, lejos de imponer a las más pobres condiciones de vida casi insustentables, busquen, por el contrario, estimular la producción de esos hermanos pobres, proporcionándoles salarios y niveles de existencia alentadores, que les den el gusto de un consumo sustancioso y agradable, que les estimule a trabajar más.
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