Queda menos de una semana –por lo menos en el momento que escribo esto– para la Fiesta de la Democracia, queda menos de una semana para que el honorable pueblo español otorgue con su voto una nueva patente de corso a los profesionales del derecho y la política bajo el amparo de la corona. De buena gana podría tratar este artículo sobre la farsa de la democracia o sobre el Turno Político de Cánovas (Feijoo) y de Sagasta (Sánchez), pero, aún siéndolo, no es este asunto tan importante como el que hoy nos compete.
He leído, visto y oído hasta el hartazgo en infinitud de medios, así como en las diversas campañas de los políticos profesionales, como en estas elecciones se decide mucho más que el timón de España, cosa que no es pequeña precisamente, sino que se decide si estás con o contra España. ¿Nos hemos vuelto acaso todos locos? Hasta qué punto ha llegado la crispación y sobretodo el cainismo en nuestra querida España, como para que estemos dispuestos a despreciar y a odiar, lo que, por tanto, es asesinar a la otra mitad de España solo por sus ideas, pues he llegado incluso a leer: «Menos libros, y más España». Se me cae el alma. ¿No somos todos acaso españoles? ¿Por qué unos tenemos que ser mejores que los otros?
La vida es cuestión de perspectivas, como si de una obra de arte se tratase, no hay idea buena o mala, solo depende de su perspectiva, ergo nadie está con o contra España, por lo que no hay que destruir las ideas contrarias a nuestra perspectiva, pues ello sería imponer las nuestras por encima de las suyas y, con ellas, el dogmatismo. Cayendo así en los mismos errores que tanto criticamos en aquellos enemigos fantasmagóricos de España. Así pues, lo importante es ser tolerantes con el otro, pues es lo que nos enriquece, dando lugar a la confección de una panorámica mucho más compleja y diversa.
¿Acaso los que tanto prometen salvar a España, son mejores que los pretenden profanarla? Todos, desde los púrpuras a los verdes, todos los partidos mayoritarios, son ahora aquel elixir mágico que promete curar a España de todos sus males, males que han propiciado estos mismos: prometen bajar impuestos, los subirán; prometen acabar con leyes dañinas con nuestro pasado y nuestra identidad, los mantendrán; prometen acabar con el desempleo, lo duplicarán. En definitiva, solamente prometen, nadie está con España, solo con sus intereses. Es por eso que necesitamos que el español, aquel hombre hoy todavía feudal y provinciano, despierte y deje de ser la carne de cañón de estas aves de rapiña.
Somos todos españoles, no podemos pretender vivir del pasado, de esa España que pasó y no ha sido, de esa España que tiene hoy la cabeza cana o enterrada. No podemos depredarnos entre nosotros, como desean los profesionales de la política, somos mejores que ellos, pues quienes afirman ser nuestros enemigos no son otros que el fontanero, el panadero, el jubilado del parque o el vecino, no se puede odiar a nuestros hermanos por sus ideas y creencias, sino a quienes incendian las pasiones humanas, es decir, Cánovas y Sagasta. A ellos es a los que hay que repudiar y rechazar, que no odiar, a ellos es a los que verdaderamente hay que combatir con el propio arsenal que nos ofrece esta democracia enferma y caduca.
Juan José Fernández Doctor, julio de 2023
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