Hubo un tiempo donde la Iglesia intuía que plutocracia capitalista y nomenklatura comunista no eran la manifestación de dos fuerzas ideológicas opuestas, sino la manifestación de dos fuerzas ideológicas análogas.
Gracias, en buena medida, a un ramillete de brillantisimos pensadores católicos (hoy casi proscritos por una Curia que, desde 1945 vive acomplejada, y desde el Concilio Vaticano II, vive en la apostasía) que siempre tuvieron claro que capitalismo y comunismo proponían caminos disímiles para llegar a idéntica meta: la ruina material y moral de la humanidad.
Así, Leonardo Castellani escribía que capitalismo y comunismo «buscan el Paraíso Terrenal por medio de la técnica; y su mística es un mesianismo tecnólatra y antropólatra, cuya difusión vemos hoy día por todos lados, y cuya dirección es la deificación del hombre; la cual un día se encarnará en Un Hombre» (¿»el último hombre» de Fukuyama?).
Jordán Bruno Genta se preguntaba «¿qué diferencia hay entre el capitalismo liberal, entre la plutocracia internacional, la concentración de la riqueza de todo el mundo en un puñado de banqueros, y la riqueza toda del estado colectivizada, manejada por unos cuantos jerarcas comunistas?»
Álvaro D’Ors afirmaba que capitalismo y comunismo tenían como misión «reducir a escombros el orden cristiano»: el comunismo sin disimulo (produciendo mártires) y el capitalismo con disimulo (produciendo pervertidos e imbéciles).
G. K. Chesterton sentenciaba, con razón, que capitalismo y comunismo tenían el mismo propósito: «favorecer a una minoría privilegiada a costa de despojar al pueblo de sus posesiones».
Al respecto, ya Hilaire Belloch, profetizaba el nacimiento de un monstruo híbrido de capitalismo y comunismo por «hazaña del Anticristo», actualmente plasmado de manera inmejorable en el «hormiguero chino».
Ítem más, los citados Genta y D’Ors, Julio Meinville, etc., se atrevieron a afirmar que tras capitalismo y comunismo estaban los grandes beneficiarios de la usura, no en vano (tal que decía otro grande, Nicolás Gómez Dávila) «Para averiguar cual son las ideas que influyen, hay que escarbar entre las heces de la historia».
Ricardo Herreras
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