He conocido la muerte de Alejandro Nieto, por una colaboración mandada a este digital por el infatigable Ramiro Grau Morancho.

En el mismo dice que no tuvo el honor de ser alumno suyo. YO SÍ LO TUVE: fue profesor mío de derecho administrativo en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense. Y su maestría me marcó, hasta el punto que es uno de los profesores que recuerdo muy frecuentemente. El, junto a mi profesor de derecho procesal, el jovencísimo entonces David Arias Lozano, influyeron grandemente en mí.

Alejando Nieto tenía una visión crítica de la historia de España, y un sentido práctico de qué era y para qué servía el Derecho administrativo, que ojalá fuera la norma en España.

Me acuerdo muy especialmente de dos lecciones, en las que hablaba de la expropiación, donde hizo un recorrido histórico y lamentó, incluso fijándolo como uno de los momentos más tristes de la historia de España, el advenimiento, en 1833 del liberalismo político con toda su retahíla de excesos. Y como aquella labor de destrucción, con la apropiación de los bienes de comunes, y de los bienes de la Iglesia, fueron la auténtica causa de la extensión de la pobreza y la emigración de las gentes del campo a las grandes urbes.

Poco después de terminar la carrera, me enteré que era suscriptor de Lealtad, el boletín carlista que publicaba tan abnegadamente Eloy Landaluce.

Descanse en Paz, y que Dios le premie todo el bien que hizo enseñando a buscar siempre la Verdad de las cosas.

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