La fiesta de santa Margarita María Alacoque trae a la memoria un hecho antiguo que no carece de interés en nuestros días.
Cuando vivía en Francia la humilde visitandina a la que el Sagrado Corazón de Jesús hacía tan dulces confidencias, reinaba Luis XIV, cuya admiración universal consagraba con el título de Rey Sol.
En una revelación, el Divino Redentor le mandó decir al rey que se consagrara a sí mismo y al reino al Sagrado Corazón. La comunicación se hizo en tono imperativo, y dejaba ver claramente que el rechazo del monarca le acarrearía a él y a Francia los más severos sufrimientos.
Evidentemente, el Señor no quería de Luis XIV apenas una consagración proforma, sino una consagración real, que implicase la renuncia a todos los pecados y todos los errores del rey.
Por medio de una persona de la nobleza, con quien tenía relación, santa Margarita le hizo llegar el mensaje a Luis XIV, el cual, sin embargo, no le dio importancia, y la consagración no fue realizada.
Rechazada así esa providencial fuente de gracias, el reino fue decayendo cada vez más por los abismos de la impiedad y el libertinaje, hasta que el desbordamiento de estos males, es decir, la Revolución Francesa, vino a arrojar por tierra el trono de los Borbones cuando se cumplían 100 años del mandato del Corazón de Jesús y prender por el mundo entero la antorcha diabólica e incendiaria del espíritu de rebeldía.
Sin embargo, no se sabe si el recuerdo del mensaje de santa Margarita perduró en la familia Borbón, o si el hecho que vamos a narrar se debió a un mero movimiento de piedad espontánea de Luis XVI. El caso es que, entre los papeles del rey, hallados en su miserable prisión del Temple, se encontró una nota en la que el desdichado soberano prometía a Dios que se consagraría a sí mismo, y a toda Francia, solemnemente, al Corazón de Jesús, lo cual él hizo en privado en la cárcel. Así esperaba que Nuestro Señor arrancara a Francia de los horrores de la Revolución. El piadoso y desafortunado monarca hizo, pues, en la cárcel, el acto de piedad que su poderoso predecesor se había negado a realizar en los esplendores de Versalles. Pero ya había pasado la hora de la misericordia y era demasiado tarde para detener el curso de la justicia divina.
No obstante, esa consagración de última hora da más luz al mensaje de la Señora de todos los Pueblos del 3 de enero de 1946 a la vidente Ida Peerdeman que ve alguien a caballo y con armadura. Cuando pregunta quién es, le responden: Juana de Arco. Detrás de ella ve surgir una gran catedral. Al preguntar qué iglesia es, oye dentro de sí: Esa es la catedral de Reims. Entonces aparece un cortejo que viene hacia la iglesia. Es un cortejo de tiempos antiguos, con alguien a caballo que lleva un escudo y una espada, a su alrededor hay muchos escuderos. Oye: Borbón. Siente entonces: Eso es para más tarde.
La catedral de Reims era, en el Antiguo Régimen, el lugar de la consagración de los monarcas de Francia. El último rey coronado fue Carlos X en 1825 y actualmente Luis Alfonso de Borbón es el heredero al trono.
Este artículo se publicó originalmente en https://plineando.blogspot.com/
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