La clemens, pia, dulcis Virgo Maria que el melifluo doctor San Bernardo cantó con tanta suavidad en la Salve Regina, nos es presentada por San Luis Griñón como una verdadera torre de combate, Turris davidica, exclama la letanía lauretana.
A lo largo de la Historia, los hijos de la Señora batallarán hasta el fin del mundo contra los hijos de Satanás. Y la victoria final será de los primeros, por la interferencia de Ella. Dios no puso solamente una enemistad sino enemistades, y no sólo entre María y el demonio, sino también entre la descendencia de la Virgen y la del demonio. Es decir, Dios estableció enemistades, antipatías y odios secretos entre los verdaderos hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y esclavos del demonio. No hay entre ellos la menor sombra de amor, ni correspondencia íntima existe entre unos y otros. Los hijos de Belial, los esclavos de Satanás, los amigos del mundo, pues son lo mismo, siempre persiguieron hasta hoy y perseguirán en el futuro a aquellos que pertenecen a la Santísima Virgen, como otrora Caín persiguió a su hermano Abel, y Esaú, a su hermano Jacob, figuras de los réprobos y los predestinados. Pero la humilde María será siempre victoriosa en la lucha contra ese orgulloso, y tan grande será la victoria final, que llegará al punto de aplastarle la cabeza, donde reside todo su orgullo. Ella descubrirá siempre su malicia de serpiente, desvendará sus tramas infernales, desvanecerá sus consejos diabólicos, y hasta el fin de los tiempos amparará a sus fieles servidores contra las garras de tan cruel enemigo.
Por tanto, en nuestros días también han sido, son y serán sacudidos por ese entrechoque terrible, que no se confunde necesariamente con las guerras del siglo, pero tiene alguna relación con ellas. Y sobre todo tiene una relación obvia con las incontables revoluciones que han sacudido a Occidente, como fue predicho por Nuestra Señora en Fátima: “Rusia esparcirá sus errores por el mundo promoviendo guerras…”. Los ataques de Yemen en el ar Rojo son el último ejemplo. En la foto un avión de combate británico despegando en la zona.
La supresión de esa lucha por una reconciliación ecuménica entre la Virgen y la serpiente, entre la raza de la Virgen y la raza de la serpiente, rumbo a una era en la cual el cese utópico del entrechoque acarree una armonización entre todos los derechos, todos los intereses, una interpenetración de todas las lenguas bajo un gobierno universal que será sólo abundancia y despreocupación es la gran utopía contra la cual las masas se deben precaver. Sería un nuevo intento de construir la orgullosa torre de Babel, que tanto quiere el neopaganismo. Es la bandera tejida de ilusión y de mentira con la que, en todas las épocas, los demagogos intentan arrastrar a las masas insurrectas.
Este artículo se publicó originalmente en https://plineando.blogspot.com/
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